martes, 26 de julio de 2005

Eso que llaman familia

No se me malinterprete por favor. Quiero a mi familia. Son preocupados, jugados, hacen lo que pueden por hacerme la vida más fácil. El problema es que ellos no ven la vida como yo lo hago. Y eso que de verdad ni sospechan la mitad de las cosas que hago y pienso. Y escribo. Por eso no puedo evitar sentirme como en una isla rodeada de tiburones. Al menor paso en falso, éstos te comen. Mis tíos y tías, todos tan compuestos, todos tan correctos. Mis padres, con sus vidas intachables y predicando desde el púlpito en cada comida. No puedo evitar sentirme como adoptada, si bien tengo la tranquilidad de una certeza: es lo que hay.
Solía sentirme culpable por no encajar, tener una necesidad autoimpuesta de comulgar con sus ruedas de carreta. Hasta que alguien me concientizó de lo obvio: son mi familia por herencia, no por elección. Y habiéndome tocado, no estoy obligada a ser como ellos, ni a seguir sus pasos. Ellos ya cumplieron con lo suyo, que fue ponerme en la línea de partida de la carrera (qué cliché esto último...). El cómo decida yo correr estos metros, es problema mío. Sólo mío. Y de nadie más.
Por otro lado, como en todas partes, mi familia también guarda escándalos y secretillos que se propagan en voz muy baja. Primas embarazadas de N.N., tías que se tomaban hasta el alcohol para las heridas en las decorosas fiestas de mi abuelita. Sé que bajo la aparente calma hay más tormenta de la que se ve. Y eso que ni siquiera me he propuesto averiguarlo todo. ¿Para qué? La familia es la familia, y hay que tomarla como venga.

1 comentario:

ManoloGonzalezR dijo...

La familia, la familia, al final que es eso?. Acaso sentarse a la mesa todos, pero sin hablar?.
bah, en realidad si quisieramos escribir de las historias de "la familia" escribiriamos unas buenas teleseries dramaticas, no?