LOST
No, no voy a hablar de la serie de moda.
Más bien voy a hablar de mí.
Perdida.
Me han caído varios baldes de agua heladísima en la cabeza en estos días.
La semana pasada fue atroz. De ganas de llorar todo el rato.
Y eso que entremedio hasta mi cumpleaños fue.
Pero lo pasé mal.
Ese día me fui de reunión en reunión, y de las veintitantas personas que me llamaron, sólo logré hablar con cuatro o cinco. De los demás tuve que escuchar los mensajes de voz. Algunos, bien comprensivos, otros, francamente belicosos. Que dónde mierda estaba, que por qué no me dignaba contestar el teléfono, que feliz cumpleaños %&?"$)(&$!!!!
Y es que me di cuenta de una cosa hoy.
Que los tres trabajos que tengo (sí, leyó bien, tres, con distintos jefes, horarios y exigencias) me están matando.
Que si a eso sumo el proyecto social y los amigos, más la familia, abarco mucho pero aprieto poco. Y bien poco.
Después, tuve que soportar las caras decepcionadas de mis amigos que creen que ya no los quiero o algo así porque no me han visto TODOS los fines de semana.
Leer en un blog muy cercano, que hay alguien (a quien adoro) sentido conmigo porque no pude llamarlo de vuelta y tuve que dejarle un mensaje de texto. ¿Cómo lo hacía cuando mi jefe supremo estaba sentado al lado mío y no me dio posibilidad de escape alguno hasta horas inverosímiles? Nadie más amargada que yo.
Sí, quizás debiera ser más exhaustiva en los seguimientos de las cosas que empiezo. Llamar altiro de vuelta. Responder corriendo los mails recibidos.
Pero no me da el seso, lo juro y lo rejuro.
Se me olvida todo. Ando en estado de zombie. Dejo las frases a la mitad y a la gente con las cejas levantadas esperando que termine... hoy día en la mañana me pillé metiendo el hervidor al refrigerador... apenas me da para funcionar en piloto automático y cumplir con lo mínimo indispensable.
Me doy cuenta de que algo no va bien aquí.
Que esto de llenar el vacío dejado por los desamores con kilos de proyectos y pegas no me satisface, no me tranquiliza.
Me acuesto muerta, pero no feliz. Duermo pésimo, tengo pesadillas, un nudo en la guata casi constante.
Hago mil cosas pero no siento que avance a ninguna parte.
Y también me doy cuenta de que no sé poner los límites a los demás.
No he aprendido a decir que no.
Cosa que me ponen por delante la acepto y después ando atorada, sufriente.
Y de pasada, hago sufrir a los que me rodean.
Quiero estar con todos ellos, en mil partes a la vez. Mi agenda nunca para, y el día se me hace corto para vivir.
¿Vieron?
Perdida.
Sin brújula, radar, astrolabio; sólo un enorme y sentidísmo perdón para todos aquellos a los que les he fallado (y con plena conciencia de que la explicación agrava la falta).