jueves, 22 de mayo de 2008

Porque escribí...

Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la poesía me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero escribí.

Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos lectores;
tendía la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.

Pero escribí: tuve esta rara certeza,
la ilusión de tener el mundo entre las manos
-¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco
con toda su crueldad innecesaria-.
Escribí, mi escritura fue como la maleza
de flores ácimas pero flores en fin,
el pan de cada día de las tierras eriazas:
una caparazón de espinas y raíces.
De la vida tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río:
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelven a renovar su encanto.

La especie de locura con que vuela un anciano

detrás de las palomas imitándolas
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené escribiendo a que todos dudaran
de mi existencia real
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.

En su origen el río es una veta de agua
-allí, por un momento, siquiera, en esa altura-
luego, al final, un mar que nadie ve
de los que están braceándose la vida.
Porque escribí fui un odio vergonzante,
pero el mar forma parte de mi escritura misma:
línea de la rompiente en que un verso se espuma
yo puedo reiterar la poesía.

Estuve enfermo, sin lugar a dudas
y no sólo de insomnio,
también de ideas fijas que me hicieron leer
con obscena atención a unos cuantos psicólogos,
pero escribí y el crimen fue menor,
lo pagué verso a verso hasta escribirlo,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.
Porque escribí no estuve en casa del verdugo

ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.

Gracias a Enrique Lihn por poner en palabras que jamás voy a ser capaz de igualar, lo que siento cuando me siento a escribir...

lunes, 31 de marzo de 2008

Los peligros de la felicidad

Hoy mismo, hace unas pocas horas atrás, se encontraba mi nueva (y mejorada) yo, pedaleando de manera ultra concentrada en la bicicleta del gimnasio (a la vez que intentaba ver la huequísima película de Lindsay Lohan que el único televisor del local le ofrecía), cuando algo llamó poderosamente la atención de sus grandes y redondos ojos.
¿Qué es lo que vio ella? O, mejor dicho, ¿qué es lo que vi?
Una de las cosas más particulares que me ha tocado en el último tiempo. (Sin considerar el avión ultra gigante que pasó rozando el techo de mi casa ayer, y hoy, como si fuera poco).
En la bicicleta que estaba justo a mi lado, pedaleaba un muchacho nada despreciable de pinta.
Pero calma, eso no es lo particular.
Tampoco lo es el hecho de que haya estado con la mirada fija, casi perdida, en la misma pantalla y en la misma Lindsay que yo.
No.
Lo que me llamó la atención fue que el muchacho tenía en las manos un cubo Rubik. ¿Los recuerdan? Por si no lo hacen, les adjunto una foto....

La cosa es que el cubo que ustedes ven aquí se encontraba en pésimo estado, casi sin color, como si hubiera sido manipulado constantemente durante años...

y el tipo lo armó y desarmó como tres veces en los veinte minutos que estuve sentada a su lado mirándolo cínica - y a veces - no tan cínicamente.

Sin mirar.

Repito, por si a alguien se le pasó por alto el detalle...

¡¡¡SIN MIRAR!!!

Quedé obnubilada. Era como esos genios medio autistas que hacen cosas extraordinarias como si nada. Yo jamás pude armar, ni una sola vez, el cubo Rubik entero. Ni haciendo trampa (Se podían sacar los mini cubitos y volver a ubicarlos... qué chanta)

Pero lo que más me gusta de todo lo anterior, es que lo primero que se me ocurrió pensar fue... qué freak, necesito contarlo en mi blog.

Y eso no es menor, dado que hace mucho tiempo que no sentía eso. De hecho, he estado a punto de cerrar, o abandonar simple y llanamente, este hijo mío más de una vez en los últimos meses.

La explicación es simple, clásica en mí, y una lata.

Lo que pasa es que cuando estoy bien, se me va la inspiración.

Mi alimento para escribir es la desdicha, la intranquilidad, la pena, la desazón, el miedo, la incertidumbre, la rabia, el desamor.

Cuando estoy como ahora: tranquila, en paz, contenta, con proyectos, instalada, no me sale nada.

Un ejemplo... he escrito desde que tengo uso de razón. En cuadernos, libretas, hojas sueltas, a máquina y finalmente, cuando la tecnología lo permitió, a computador.

Tenía una carpeta llena de cuentos, relatos breves, reflexiones y peladas de cable.

A los 18 conocí al Gringo, y durante los casi ocho años que estuve con él, no escribí nada. NADA. Ni una hoja, ni una servilleta, una frase corta, un intento de locura... de hecho, boté la carpeta con mis escritos en un arranque de pudor mal contenido. No saben cómo me arrepiento.

Luego pasó el tiempo, terminé con el Gringo, me fui a la cresta y empecé el blog. Me metí a un taller literario y hoy en día tengo hasta un proyecto de libro en la cabeza.

Pero siento que todo peligra: son los peligros de la felicidad.

Que me vuelve simple, que me vuelve poco reflexiva, que me droga.

Una vez conocí a un joven que decía ser poeta. Más bien lo era, porque escribía poemas como pocos que he leído. Y él una vez me dijo que no le gustaba estar bien, enamorado, o pleno, porque se le iba la inspiración y no podía escribir.

Entonces él optó por sufrir. Ser desdichado. No abrirse a ser feliz.

No tengo idea si esto será muy radical.

No tengo idea si habrá compatibilidad.

Tan solo quiero poder escribir sin cortarme las venas, tan solo quiero ser yo sin dejar de serlo.

Feliz y conciente, tranquila pero inquieta, armando el cubo Rubik sin dejar de ver la televisión.

¿Es posible realmente?

Ayúdenme a descubrirlo, por favor.

Y tú... el chico Rubik... créeme que te admiré, créeme que no quise espiarte, créeme que si me estás leyendo, te quiero agradecer de corazón el regalo de la inspiración de hoy.

lunes, 24 de marzo de 2008

Mi año

Ya sé que he dicho esto miles de veces antes.

Que si reviso mi blog para atrás, hay un millón y medio de declaraciones como esta.

Pero no sé, ahora siento algo diferente.

Es como de guata, muy de piel.

El 2008 me ha sonreido mucho hasta ahora.

Trabajo, amistades, vida social, un poco de pinchar, proyectos, viajes en perspectiva...

Además me metí al gimnasio y dejé de fumar...

FELIZ!

Ya les contaré más.

POr ahora, ayúdenme a cruzar los dedos para que la buena racha dure...

martes, 12 de febrero de 2008

La Gorda

La Gorda era, de mis primas, la que más admiraba. En realidad, es.

Sólo un año mayor que yo, creo que me ha definido en muchos sentidos. Todos nosotros, su familia, la adoramos.

La Gorda ha vivido desde chica con un carácter excepcionalmente alegre, que hace que todos los que la conocen quieran estar con ella, hacerla partícipe de sus fiestas, carretes y viajes.
Esto no quiere decir que ella tenga un carácter fácil. No. La Gorda es exigente, es apasionada, es intensa, es poco piola, es metepatas y es polvorita. Se enoja tarde mal y nunca, pero cuando lo hace, vuelan las plumas. La Gorda es querendona, amistosa, chistosa y excepcionalmente natural. Tiene miles de amigos hombres porque no se sonroja para hablar de sexo, ni le importa que ellos se tiren flatos o le comenten mira qué rica la mina que acaba de llegar. Carretea a la par con ellos y sabe ser camarada en todas las cosas, tontas y no tanto. La Gorda tiene miles de amigas mujeres porque es recta, jugada, solidaria, sensible y leal. Ha coleccionado a lo largo de su vida y de su paso por colegio, universidad y trabajos varios, una serie de amigas que darían su vida por ella.

La Gorda es inteligente. Fue la primera de su generación en la universidad, tiene un trabajo que ama y en el cual es tremendamente valorada. Le pagan bien y tiene con sus jefes y compañeros de oficina una buena onda envidiable. Cuando todos temblamos porque nos pueden echar o porque nuestras pegas empiezan a guatear, la Gorda se ríe y nos recomienda que, como ella, nos busquemos un trabajo que no lo parezca. Donde vayamos a pasarlo bien y listo. (Como si fuera tan fácil)

En el amor, la Gorda no puede decir que las cosas vayan a la par que el resto de su vida. En vez de contarles todo el típico drama y las miles de "joyas" masculinas con las que se ha atravesado a lo largo de su vida, me conformo con decirles que es una mujer abandonada.

A estas alturas, ustedes se preguntarán por qué una mujer tan capacitada, tan simpática, tan sensible y única sigue sola.

Hace unos días la Gorda me vino a ver. Y se puso a llorar a mares...

Sucede que la Gorda es gorda.
Sí.
Mi prima es linda, alta, de pelo rubio oscuro y ojos almendrados.
No es excesivamente obesa; no hace gala de perniles de exhibición, pechugas a lo Marlen Olivari ni traste de otra galaxia.
La Gorda es lo que los gringos llamarían una persona grande.
Y más encima tiene la cualidad de ser muy armoniosa, es decir, sus curvas están bien distribuidas, y si bien le sobra un poquito de todo, por lo menos cada ingrediente tiene su equilibrio.

El tema es que la Gorda había acarreado esta "condición" toda su vida sin hacerse mayores atados. Es cierto que le costaba un poco más de lo normal encontrar ropa, pero se las arreglaba, y con su carácter y alegría tuvo siempre las herramientas suficientes para superar todos los demás obstáculos que te impone esta sociedad solo por el hecho de ser un poco distinto.

O por lo menos eso creíamos nosotros.

Desde chica su mamá le dijo que tuviera cuidado, que el mercado del corazón era extremadamente competitivo y cruel, que enflaqueciera, que se cuidara.
La Gorda tenía por caballito de batalla la idea, que por cierto yo siempre compartí con ella a pies juntillas, de que el hombre que la quisiera la iba a querer como ella era, y más encima, doble mérito y garantía asegurada de que era bueno, porque era capaz de ver lo esencial, eso que dice el Principito manoseado por los medios, que es invisible a los ojos.

Resultado... a la Gorda la pescaron poco y nada en serio, y eso fue minando su autoestima. Ella mantuvo su frente en alto, pero en algún minuto cayó en la sicosis del reloj que no te espera y fue víctima de los chacales que se aprovechan de todas las chiquillas un poco solas, un poco desesperadas, un poco inseguras.

Y aquí fue cuando vino a llorar conmigo.

La Gorda ahora tiene 31 años, sigue sola y se siente traicionada por un ideal de lo más noble que le falló, por una sociedad que convirtió la mentira y el espejismo de la imagen en una religión; está agotada y desilusionada.

Entonces fue que vendió un poquito su alma y cambió su idealismo por un bisturí que le prometió la gloria, la fama y el éxito en el único ámbito que le ha sido esquivo y uno de los que más le preocupa en la vida.

La Gorda ahora quiere tener familia, hijos, amor; no le interesa demostrarle a nadie nada; ella descubrió que las reglas del juego eran falsas y decidió seguirlas o perder en el intento.

Para mí ha sido fuerte, claro que sí.

Me pasan muchas cosas...
Que la entiendo, pero que me decepciona, no ella, sino su vida, la vida en general, que no fue capaz de ponerse a tono con su ideal.
Que la quiero, y la admiro igual porque para todos nosotros la Gorda es mucho más que imagen, es puro corazón.
Que me preocupa, porque sé que en esa mesa de operaciones, junto con un pedazo de su estómago, se fue un pedazo muy importante de esta persona que era un referente tan importante para mí.
Que ahora no sé cómo le voy a decir.
Y que tengo miedo. Porque si ahora la Gorda como por encanto empieza a tener una vida social intensa y cantidades de amores, creo que también me voy a terminar de cabrear de este mundo y en vez de una mujer idealista y esperanzada, me voy a convertir en una perra fría y desalmada.

¿Me pueden decir ustedes por qué no aprendemos, por qué estas cosas nos pasan? ¿Por qué a pesar de que SABEMOS que lo que se vé pasa, muere, cambia, y que nunca es tan importante, muchos de nuestros patrones de comportamiento tienen que ver justamente con eso?
¿Me pueden decir por qué una persona tan especial y querida como la Gorda tuvo que pasar por esto, una violencia inusitada para su cuerpo, su alma y su bolsillo también?
No es justo, y punto.
No me parece.
Y tenía que decirlo, porque a ella, no quiero más que darle mi cariño, apoyo y hermandad incondicional.