martes, 24 de abril de 2007

Green Olives

Siempre me ha gustado lo distinto. Lo fuerte. Lo que a pocos les gusta.
Como las aceitunas verdes que me estoy comiendo justo ahora con un mango sour y un cigarro en el primer acto de regaloneo a mí misma en muchos, quizás demasiados días.

El fin de semana fue importante.
Como no.
Siempre es importante; en él siento que retomo mi vida tal cual me gusta, libre de cadenas y obligaciones, de deberes ser.

El sábado Juanito me invitó a un matrimonio.
Totalmente inesperado esto de Juanito, porque nos conocemos hace mil años pero nunca habíamos salido.
Y así, de repente, me llamó y partimos juntos a cumplir con su deber social.

Cuál no sería mi sorpresa, cuando llegamos al famoso lugar del evento, lleno de gente que jamás había visto en mi vida, y vislumbro, entre los danzarines, a nada menos que Feña.

- Aquí fregué - pensé. En una fiesta más o menos chica, era obvio que no le podía hacer el quite eternamente.

Juanito y yo fuimos inmediatamente por las consabidas piscolas y nos pusimos a bailar sin más demora (llegamos después de las doce)

De pronto, y en barrido visual disimulado de mi parte, descubro a Feña mirándome.
No soy capaz de explicar el nudo en la guata y las patas de lana.
A hacerte la tonta, me dije.
Seguí bailando como si nada, pero cada cierto rato miraba de reojo.
Y él, seguía mirándome.
La polola, una rubia estupenda y estilosa, se contorsionaba intentando llamar su atención.
Pero nada.

Una hora y como tres piscolas después, tuve que ir al baño.
En el caminode vuelta, pasé sin mirar por el lado de una mesa.
Una mano me tomó firme pero suave del brazo.

- Hola Sombra - con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
- Hola Feña, cómo estás - yo, seria, diplomática .
- Muy bien, ¿y tú? - tono cariñoso y hasta un poco paternal.
- Excelente. Perdón, me están esperando - señalando con un dedo a Juanito, que me esperaba con cara expectante y dos piscolas en la mano.
- Vale, nos vemos.

Resumen de la noche: menos mal que Juanito era un eximio bailarín, de esos que le sacan gracia hasta a una tabla de planchar, con pasos, coreografía y conocimientos de danza para regalar. Y yo no lo hago tan mal, dicen. Por lo menos, por empeño y entusiasmo no me quedo. Me hizo reír, me emborrachó lo suficiente como para que pudiera estar arriba de la pelota sin jugosear, me mantuvo muerta de la risa todo el tiempo, sin pensar (tanto) en ese par de ojos oscuros que seguían atenta y constantemente mis pasos.
Por supuesto que él nunca supo lo que pasaba. Para qué.

El día lunes, todavía un poco averiada por el impasse nocturno, me fui a la oficina de mi jefe Alejandro corriendo.
-Alejandro, tengo que hablar contigo urgente.
- Ok, cierra la puerta.
- Mira, lo que pasa es que..... - empecé a contarle por primera vez en mi vida, con lujo de detalles y con harta verguenza, en vivo y en directo, a una persona de carne y hueso, mi historia con Feña.
Sí, porque aparte de este espacio, yo jamás había revelado mi historia.
Y menos a alguien que conociera a todos lo actores involucrados.
Alejandro, echado para atrás en su silla, me miraba fijamente y sonreía, gruñía, movía la cabeza alternativamente. (Excelente público)

Es que yo no daba más.
No he podido entender jamás a este hombre.
Que es el perro del hortelano, que no come ni deja comer. Que me llama, me busca, me propone sexo, después me deja botada pero me dice que me quiere.
Que me lleva a su cama y después me echa de ella.
Que se encuentra conmigo y me mira toda la noche sin parar.
Que me trata pésimo, pero que me mira y me toca con una delicadeza y profundidad infinitas.

Alejandro me escuchó hasta el final.
Luego, me dijo varias cosas que me sirvieron mucho.
- Mira Sombra, este libro yo ya lo leí. Durante muchos años de mi vida, yo fui un Feña. Estaba convencido de que todo lo que tocaba lo destruía. Entonces, quiero decirte con toda seguridad, que este hombre siente muchas y grandes cosas por ti.
- .... - mi cara debe haber sido para filmarla.
-Lo que pasa, en primer lugar, es que este gallo está medio chiflado por las drogas y el alcohol...
- Ya....
- Segundo. Lo asustas. En ti ve una posibilidad de algo grande. De estabilidad. Hijos. Seguridad. Crecer. Tener algo mucho mejor y más grande de lo que ha tenido en su vida. Y se caga de susto. No se la puede.
- Pero....
- Espera. Entonces, como sabe que eres lo más importante en su vida, él te mantiene lejos. No está listo para ti. Pero como no se puede aguantar, te busca. Y lo hace de maneras que en realidad son seguras para él, del modo en que sabe que se puede relacionar contigo sin involucrarse. Prefiere dañarte que dañarse, desde su punto de vista.
- Pucha, pero es injusto, Alejo - perpleja yo...
- Sí, de todas maneras, pero el calvario que este pobre huevón está pasando no es menor. Te lo repito, yo lo viví. Y no es gracioso tener a la mina que sientes que podría ser la de tu vida, al lado en la cama, y con un sabor atroz en la boca pedirle que se vaya, que desaparezca, que ojalá nunca vuelva. Entiende que de una manera medio retorcida te está cuidando.
- Pero, ¿de qué?
- De sí mismo. De su inmadurez, de su desequilibrio... Pobre huevón....
- Alejo, no lo defiendas...
- Estás loca, yo te defiendo a ti. Y desde ese punto de vista te digo una sola cosa: No te acerques a él. Eres el fuego y él la polilla, si se acerca se quema; pero dado que tú ya tienes sentimientos involucrados, la explosión que se produciría sería dañina para los dos.
- Chuta, me dejas harto en qué pensar...
- Sí. Y te repito. El libro este, es para llorar a gritos. Muy, muy triste. Él es de una sensibilidad enorme. Y se lo está sufriendo todo. Ojalá algún día este gallo pueda levantar la cabeza. Si no, se va a perder para siempre. Y tú, no lo esperes. Vive tu vida.
- Gracias por la terapia
- De nada , cuando quieras. Y oye, una cosa.
- ¿Qué?
- Llevaba mucho tiempo esperando que me vinieras a contar esto. Conociéndote como te conozco, sabía que habías tenido algo con Feña.
- JA! El viejo truco del "lo sabía"
- Lo sé - riendo se levantó y salió de la oficina .

Es raro. Es de un sabor fuerte y poco común, como el de las aceitunas verdes.
Me gusta.
Saber que Feña, finalmente, no es una mierda sin corazón.
Que actúa así porque no sabe.
No sabe ser de otro modo.
Ahora lo miro con algo parecido al cariño.
Con algo parecido a la empatía, por su dolor.
Queriendo creer que todo lo que me dice Alejo es cierto y que de los dos, la que se ha llevado la mejor parte soy yo.
Aunque me haya dolido.
Por lo menos yo estoy de pie.
Y avanzando, aunque sea de a poco.

Ya se acabaron las aceitunas.
Y yo, yo me voy a acostar tranquila.

miércoles, 18 de abril de 2007

El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente...

Una de las razones por las cuales he estado tan desaparecida por estos lugares, escribiendo tarde, mal y nunca, es mi nuevo trabajo.

En mi empresa les dio de repente por valorarme, y como premio, además de todas mis responsabilidades regulares, me regalaron estar a cargo de una sección que está absolutamente abandonada hace dos años, para que la saque adelante.

Difícil tarea.

Yo, una simple mortal que hasta hace poco no tenía ni un pito que tocar, ahora tengo que coordinar, mandar y organizar a un grupo no menor de personas. Personas que hasta ayer no tenían Dios ni ley, que hacían lo que querían, que se las arreglaban solas, que en verdad no están acostumbradas a rendirle cuentas a nadie por lo que hacen o dejan de hacer.

Y comenzaron los conflictos.

Porque más encima, el organigrama se cruzó con esto de mis dobles funciones, y algunos son, a la vez, mis jefes y mis subordinados. Y ustedes ni se imaginan lo que significa estar teniendo que pedirle explicaciones a la que siempre fue tu jefa. O sentirte cuestionada y hasta ninguneada por quien siempre había sido un pescado más grande que tú en la cadena alimenticia y que ahora debe responder ante ti.

Me cuesta mucho. Porque soy, básicamente, una persona tremendamente simple, directa y poco dada al conflicto. Porque si no me pescan o me basurean no tengo herramientas para responder. Porque el poder me genera una sensación de respeto, porque nunca hasta ahora lo había ejercido y me da susto que se me vayan los humos a la cabeza. Porque sé que mientras más arriba estás, más te envidian y te odian, y en un corto plazo yo subí cualquier cantidad.

No me gusta ser odiada, o envidiada. Si por algo me he caracterizado en mi vida es por mi alegría, mi sociabilidad y mi buena relación con la gente.
No estoy acostumbrada al sabotaje, ni a las miraditas raras, ni a los comentarios ponzoñosos.

Tengo un nudo en la guata.

Ya me he peleado con dos personas, con gritos, lágrimas y odios fuertes de por medio.

Lo único bueno es que me he sentido tremendamente apoyada por mis jefes, que me dieron carta blanca para atar y desatar como me parezca conveniente.

Me dijeron que me van a tratar de botar, pero que conmigo no van a poder porque detrás mío están los peces más gordos entre los gordos. La media tranquilidad... quiero volver al anonimato, a la oscuridad, a la seguridad de mi cueva.

Pero parece que no se puede.

Que para jugar, hay que apostar; para ganar, arriesgar.

Ahora me falta ver qué tanto anhelo ser esa ganadora, esa estrella reluciente en el cielo laboral que a todos encandila con su luz...

Espero resolverlo pronto...



Ah, y con respecto al hombre del post anterior... ahí estamos, entre Tongoy y los Vilos, en nada pero a la vez en algo que no sé cómo llamar.
Espero escribir la próxima vez, de manera más concreta, lo que está pasando en esos ámbitos, a ver si me dan sabios consejos y alguna pista acerca de lo que le pasa conmigo a este ser que adoro pero que no acabo de entender...

domingo, 15 de abril de 2007

No puedes...

No puedes ser tan ideal.

No puedes llamarme por teléfono e invitarme a salir. Llevarme al lugar más perfecto que he conocido y conversar cerca, muy cerca de mí, debido a lo fuerte de la música.

No puedes oler tan bien.

No puedes subirte al escenario y dedicarme la canción más romántica del mundo.

No puedes bailar conmigo como si estuviéramos solos.

No puedes tomarme de la cintura como si fuera tu propiedad.

No puedes mirarme, ni hablarme, ni tocarme así.

No puedes abrazarme, con esa actitud protectora, cuando otros hombres me miran.

No puedes reírte del modo en que lo haces.

No puedes decirme que esa noche fue la mejor de tu vida.

No puedes invadir cada espacio de mi vida, con esa dulzura, como si nada.

No puedes mandarme un mensaje tan encantador, y luego venir e instalarte en mi pieza a ver televisión como si nada.

No puedes acostarte a mi lado en la cama y entrelazar tus piernas con las mías mientras vemos una película.

No puedes escucharme con esa atención.

No puedes seguir dándome en el gusto en todo.

No puedes entenderme y admirarme siempre.

No puedes tentarme tanto, porque voy a terminar cometiendo una locura.

Y yo, simplemente, no puedo.

No puedes... me vas a enloquecer.

domingo, 8 de abril de 2007

Quiebra

Hay días como este en que, simplemente, no entiendo qué fue lo que pasó conmigo.

Con ese futuro brillante que siempre proyecté hacia adelante.

Con mis fuerzas, mis ganas y mis talentos, desperdiciados en cosas que terminaron siendo callejones sin salida.

Y cuando en verdad siento que las cosas se ponen más duras que nunca, o en realidad, más que nada, siento que no mejoran en lo absoluto realidades que hace demasiado rato debieron haber evolucionado, quiero sólo tirarme a un lado del camino y descansar.

Y si bien algunos me dicen que el día que tire la esponja voy a morir, cual alpinista congelado en medio de un descanso a la mitad de la montaña, mis pies y mis brazos simplemente no dan más. La mochila sencillamente se hace más pesada que nunca. Y las lágrimas brotan solas, de madrugada, mojando mi almohada. Y justo ahí también vienen más lágrimas a acompañar las primeras, esta vez de rabia e impotencia porque no puedo estar todavía llorando por lo mismo de siempre.

Existen solo dos teorías que se podrían aplicar al respecto.

La primera es que el cambio esté a la vuelta de la esquina, agazapado esperándome, para sorprenderme en el momento más increíble. Y que entonces voy a reír, como una loca, como la que más, y lo único que pensaré será: qué tonta fui, cómo pude asustarme tanto, era obvio que esto se iba a acabar porque no hay mal que dure cien años ni tonto que lo aguante... soy feliz, soy feliz, soy feliz y también una tonta por creer alguna vez que no iba a serlo...

La segunda es que todo haya sido una profecía autocumplida, una cristalización del terror más profundo de mi vida. Que no haya realmente salida, tal como intuí, y pronto esté pensando: lo sabía, lo sabía, lo sabía, debí aceptar hace tiempo que este era mi destino y abrazarlo con resignación mucho antes, he perdido tanto esfuerzo tratando de luchar contra lo que no se puede cambiar...

Se me hace un nudo gigante en la guata cuando pienso que podría ser lo último.
Y que podría ser de verdad, la realidad de mi vida para siempre.

Pero rezo, con más fuerza que nunca jamás en mi vida, para que no sea eso.
Porque no tengo fuerzas para aceptarlo.
Porque no invertí todo lo que tenía en una apuesta que es tan arriesgada como interesante y única, y que hoy sólo parece estar llevándome a la más espantosa quiebra.

domingo, 1 de abril de 2007

Ironic

Siempre me encantó la canción de la Alanis Morrissette (¿se escribía así?)
Que hablaba de las cosas irónicas de la vida.

Y pucha que está llena la vida de ironías.
Por lo menos la mía.

De muestra, un solo botón. Y qué botón...

Hace un par de días fuimos con Domingo a ver a la Mari que está enferma.
La Mari es hermana de Feña, mi atormentado cariño malo, ese mismo que Domingo odia y quiere matar en mala onda después de todo lo que yo le he contado que me hizo.

Llegamos separados porque Domingo venía de otra parte.
Yo primera.
Subí a la pieza de la Mari y nos pusimos a conversar.
Al rato, entró Domingo.
Y al rató más un minuto, entró la mamá de la Mari.

- Tía, ¿quién era ese gallo tan simpático que estaba con usted en la entrada cuando llegué? (Domingo preguntando)
- Ah, ese es mi hijo Fernando, ¿no lo conocías? (la tía contestando)

PLOP 1: Nunca me enteré de que Feña y yo habíamos estado en la misma casa por nó-sé-cuánto rato y sin vernos. Tengo claro que él sabía que yo estaba, pero yo navegaba por las mansas y peligrosas aguas de la inocencia más pura.
PLOP 2: Domingo y el Feña se conocieron, a metros de mí, y al bueno de Domingo hasta le cayó bien ese imbécil.

Menos mal los dos conservamos la compostura delante de ellas, porque en verdad no sospechan lo que pasó directamente a sus espaldas.
Pero a la salida lo comentamos, y con risa, con nervio, con impresión.
Domingo tiene esa facultad de liberar las presiones hasta de las cosas más atroces. Me aseguró que simpático sería, pero que era un enano (cualquiera es enano al lado de él) y que le volaba la raja en dos segundos. Pero a la próxima.

Es increíble como el mundo es un pañuelo y corremos aventuras y peligros a cada instante.
Es increíble como el pasado, en múltiples formas, aparece y reaparece todo el tiempo.
Es increíble que mi madre tenía razón. La vida es una rueda: algunas veces nos toca estar arriba, otras abajo, pero hay cosas que se repiten una y otra vez.
Es increíble como ahora estoy arriba.
Me siento segura, tranquila, equilibrada y querida, y ni siquiera Feña puede quitarme eso.

Y se acabó.
¿Irónico o qué?