miércoles, 28 de febrero de 2007

Escribir...

Escribo porque tengo una necesidad innata de escribir.
Escribo porque no puedo hacer trabajos normales como los hacen otras personas.
Escribo porque quiero leer libros como los que escribo.
Escribo porque estoy molesto con todo el mundo.
Escribo porque adoro sentarme en un cuarto todo el día escribiendo.
Escribo porque puedo participar de la vida real solamente si la cambio...
Escribo porque tengo miedo de ser olvidado.
Escribo porque me gusta la gloria y el interés que escribir conlleva.
Escribo para estar solo.
Quizás escribo porque espero entender por qué estoy tan, tan molesto con todos.
Escribo porque me gusta ser leído.
Escribo porque una vez que he empezado una novela, un ensayo, una página, quiero terminarla.
Escribo porque todos esperan que escriba.
Escribo porque tengo una convicción infantil en la inmortalidad de las bibliotecas, y en la manera como mis libros están en el estante.
Escribo porque es emocionante convertir todas las bellezas y riquezas de la vida en palabras.
Escribo no para escribir una historia sino para componer una historia.
Escribo porque quiro escapar de la sensación anticipada de que hay un lugar la que debo ir pero al que - como en un sueño - no logro llegar.
Escribo porque nunca he conseguido ser feliz.
Escribo para ser feliz.


Orhan Pamuk
La maleta de mi padre
Discurso de aceptación del Premio Nobel, 2006.

Y tú... ¿Por qué escribes?

martes, 27 de febrero de 2007

Es lo que hay...

Hace dos días que no duermo.
Nada.
Es terrible cuando me vuelven las crisis de insomnio, porque no doy conmigo misma y lo peor es que al día siguiente estoy obligada a funcionar con total normalidad.
Me doy vueltas en la cama y pienso.
Prendo la luz y leo.
Veo televisión.
Me paseo por la casa y ordeno, riego, lavo, hasta relleno las cubetas para hacer hielo.

Y lo peor de todo es que cuando empiezan a cantar los pajaritos y amanecer, me duermo por una hora o dos a lo más.

Hoy me junté a almorzar con la Caco, mi otra hermana, y me dijo que estaba con cara de muerta.
- ¿Mucho carrete Sombrita? - con un tono cómplice...
- Ojalá, Caco. No puedo dormir - con un tono de pesadumbre...
- ¿Y por qué?
- No tengo idea.

Y es cierto. No tengo idea.
Ni siquiera sé qué escribir en el blog, que es mi mejor amigo en estas largas horas de no dormir.
Pongo música, y como no me siento capaz de crear nada (en este mismo momento estoy pensando que esto que escribo es una mugre con patas), me paseo por miles de blogs, saltando "randomizadamente" de página en página, dejando algunos comentarios, riéndome, espantándome, sufriendo, identificándome...

Dicen que este año van a caer en picada los blogs. Que miles de bloggeros se van a retirar de las pistas por aburrimiento, porque la novedad habrá pasado.
Yo, por lo menos, creo que no me retiraré por ahora.
Me sirve demasiado esto.
Me ha regalado demasiadas cosas lindas.

Así que, aunque a veces escriba sinsentidos como éste, no pienso bajar los brazos.
Por último por cansancio lograré hacer mi aporte a la humanidad.
Eso sí, siempre desde las sombras y con la libertad infinita que me ha dado refugiarme en la oscuridad. Esa oscuridad que me da paz y bienestar. No como la de aquellas horas eternas de noche que no logro conciliar.

sábado, 24 de febrero de 2007

Sábado

A mi lado humean, en paralelo, un cigarrillo y una taza de té verde con jazmín que es mi nueva pasión.
En los parlantes del computador suena un bossa nova, y por la ventana entra una brisa que sin ser fresca, no es tan calurosa como para molestarme.
Estoy contenta. Y muy tranquila.
Estos días he estado sola, y barajando entre la posibilidad de llamar a mis amigos o quedarme en mi casa leyendo, me quedo con lo último.
Espero que estos días de sensaciones apacibles perduren.
No sé por qué, pero suelo moverme entre dicotomías.
Amo estar con gente. Mi familia. Mis amigos. Mis amigas.
Suelo buscar ocasiones para verlos a todos.
Y muchos de los que me conocen dicen que les abisma mi enorme vida social.
Luego, vienen días en que necesito, busco, requiero de estar sola. Me quedo en la casa, apago el celular, me meto temprano en la cama.
Quizás hasta me doy uno de esos baños de tina con sales de sandía.
Pero siempre, siempre, en algún minuto, me baja la depresión, el ahogo, me encuentro de golpe conmigo misma y con mis pensamientos, a veces terribles, como grandes monstruos salidos del clóset.
Entonces prendo el celular, la radio, la televisión, cierro el libro, me lanzo a la multitud.
Quiero ruido, sudor, música, baile y conversación.
Es como un enorme círculo sin fin.
Vicioso o virtuoso, no lo tengo muy claro.
Es uno más de los muchos misterios que aún no dilucido de mí misma.

martes, 20 de febrero de 2007

Be Cool

Nunca jamás he podido entender a esa gente (qué feo y despectivo suena... "esa gente"... pero es que en verdad es esa gente) que frente a cualquier cosa que pase, buena o mala, no manifiesta ninguna emoción. Cara de poker total.

- ¡Oye, se nos viene encima esta montaña! - o - ¡Cacha! ¡Están lloviendo billetes!

Y ellos levantan una sola ceja, casi imperceptiblemente, y dicen: Ah...

En cambio yo, que también soy gente, pero de "esta" gente, soy completamente transparente.

Cuando me dan una buena noticia, salto, me río fuerte, aplaudo, se me iluminan los ojos, me despeino.
Cuando algo no me parece, cuando me da pena, rabia, miedo, angustia; la cara me cambia, me pongo seria, o frunzo mucho el ceño, o simplemente se me llenan los ojos de lágrimas.
Es decir, vivo entre signos de exclamación.

Me acuerdo que hace años salía mucho a bailar con la Pepa y ella me retaba...
- Huevona, cambia la cara, no podí estarlo pasando tan bien en verdad. ¡¡Disimula!!
Y es que yo circulaba con una sonrisa de oreja a oreja por el local, bailaba sola, conversaba, una loca freak en un mundo lleno de personas abúlicas totales. Como modelos de un desfile.

Ser tan poco "cool" me ha traído muchos problemas.
Porque nunca faltan los descriteriados que, leyendo en tu cara todos tus sentimientos, juegan, manipulan y se aprovechan de ellos.

Pero también me ha hecho muy feliz. Porque hay algunos, especiales, que valoran en las personas justo eso.
Me acuerdo cuando era mucho más chica, quizás segundo medio, en una fiesta un tipo me sacó a bailar. Y me dijo:
- Te saqué a bailar porque eras la mirada más auténtica de todo el lugar...
Sí, quizás fue terrible de chulo su comentario, demás que era un jote profesional, pero se portó bien, y al final me di cuenta de que había sido sincero en todo lo demás. Así que me quedó grabado.

Hay personas que aman la sinceridad, la transparencia.
Y aunque eso equivalga a salir a luchar en pelotas a un mundo donde la mayoría dice lo que no piensa y ni cagando diría lo que está pensando, aunque sea que con esto me encuentro en desventaja frente al cinismo y chuecura del resto, tengo la seguridad que he encontrado amigos en el camino, pocos pero buenos, que me acompañan y valoran mis ataques de risa, mis llantos, mi total apertura de corazón, y que no me retarían, como la Pepa cuando salíamos, por ser simplemente quien soy.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Estadísticas

Esto de tener contador de visitas es muy divertido.

O por lo menos, ESTE contador de visitas, que me dice qué cosas ha estado buscando la gente y que la han traído hasta mí.

Por favor, echen un vistazo...



Es cierto que no son muchos... pero me reí demasiado...
¿Cuándo he escrito yo sobre los sentimientos de un ex cura?
¿o sobre el origen de la palabra canuto?
Y, definitivamente, no sospecho lo que es el vacío existencial....
¿Alguien me puede explicar quién quiere recuperar al ex pololo a través de mi blog?
En fin...
La vida no deja de sorprenderme, eso sí es una verdad.
Y la otra, es que Google realmente funciona de maneras muy misteriosas.
Por lo menos para mí, una simple mortal que al parecer inspiró una teleserie, que se llama, de manera muy plagiosa, "A la sombra del Amor"...

martes, 6 de febrero de 2007

Slacker

Siempre, desde chica, me sentí como entre Tongoy y Los Vilos.

Es decir, ni de un lado ni del otro.

Tanto en el colegio, como en la universidad, y hasta en el trabajo. En los cumpleaños, en las fiestas, en los recitales, en los mall, en cualquier lugar donde hubiese harta gente; siempre he sentido que la multitud se dividía, y se divide, en tres segmentos (así, burdamente y sin mayores análisis):
1. En una esquina: Los taquilleros. Bronceados. Cool. (Supuestamente) fashion. Como dirían mis sobrinos el día de hoy: Pelolais (¡¡qué atroz adjetivo!!)
2. En la otra esquina: Los nerds. Al más puro estilo La venganza de los ídem.
3. Al medio: Esa enorme masa anónima que no es ni lo uno ni lo otro. Yo.

Hasta ayer encontraba fome, indefinido, hasta molesto, ser parte de ese grupo que no es nada de nada. Porque pensaba que estaba vagando sola por ahí, enferma de indefinida.
Pero me encontré.
Leyendo las "memorias" de Alberto Fuguet, Apuntes Autistas, encontré mi identidad perdida.
Cito, la pagina 69:
"Los slackers son adultos jóvenes que se niegan a crecer. Son como los hippies de los sesenta pero sin agenda política y moral. Viven con poco y se conforman con menos. Son inteligentes, devoran información, pero gastan parte de su energía en ser apáticos.
Básicamente es gente muy culta, joven, que vive al margen de la sociedad...
Más bien se trata de gente que hace lo que no se espera de ellos. Es gente que intenta vivir una vida interesante, que tratan de vivir a su modo, a su ritmo, haciendo las cosas que desean. Es gente que no se adapta al mundo, por lo que no les queda otra cosa que armar su propio mundo al margen del ya existente."

Vamos por partes.

Primero, todo este concepto fue creado por Richard Linklater, director de Antes del Amanecer y del Atardecer, que, previo este éxito, filmó una película llamada, justamente, Slacker, analizando a la juventud universitaria de Austin, Texas.
Austin es una cuidad Slacker en sí misma. Se ha resistido a los Mc Donald´s, a los Starbucks, no como lugares en sí, sino como conceptos de masa, de homogeneización, de civilización y globalización. Ellos luchan por seguir siendo únicos y reconocibles por sus sucuchos, boliches y lugares comunes y corrientes, pero irrepetibles.

Segundo, pasando a la definición. Yo no me niego a crecer. Lo que me niego es a crecer a la manera de la sociedad chilena actual. Me negué a casarme cuando "me tocaba" con el hombre "que me convenía". Me niego a tener APV, a comprarme departamento, a dejar de gastarme mis pocos pesos en viajar para "sentar cabeza", a trabajar en algo que me cargue porque me da más lucas.

Tercero. Yo sí tengo agenda política y moral. Pero no la ventilo en este medio. Y ocupa un lugar bastante secundario en mi vida, por lo menos si me comparo con un hippie de los sesenta.

Cuarto. Vivo con poco, me conformo con menos. No quiero tener el auto más taquilla ni estar en el Dominga, por ejemplo, donde todos te ven, pero tienes que pagar un precio que me parece inmoral por un plato de comida.

Quinto. Eso de inteligente y culta, depende. Si miro a mis "amigas" onderas y taquilleras, les saco la cresta porque parece que el secador de la peluquería les chamuscó las neuronas. No tienen idea de quien es Pamuk, ni les interesa saber si es un nuevo restaurante fusión o un pueblucho tailandés. No van a cine si no es a ver Blockbusters, ni a destinos donde no haya resorts all-inclusive. Ahí es fácil sentirse culto e inteligente. Pero es cierto también que hay todo un mundo, como el de Fuguet, donde la gente va a lugares que para mí antes de leer el libro no existían, ven películas, leen autores, y en general, manejan códigos que me son desconocidos. Y eso me gusta a la vez que me aterra. Mientras más aprendo, investigo, me asomo, un océano más enorme por explorar descubro.

Sexto y último. Es cierto que estoy viviendo mi propio mundo, uno al margen de los demás de mi edad, o a menos, de la mayoría de ellos.
Y eso no lo he hecho por un afán de ser snob, ni rara, ni la última chupada del mate. En parte me ha tocado, en parte lo he elegido. Me hace sentir, no superior ni mejor, pero sí muy distinta. Y la mayoría de las veces, muy feliz y cómoda conmigo misma.

Me gusta haber visto películas que pocos han visto.
Me gusta leer cosas que sé que la mayoría de mis amigos no leerá.
Me encanta escribir un blog, cuando una gran porción de los que me rodean no saben ni siquiera que existen éstos.
Me siento en paz, refugiada en aguas que me son conocidas, en mi salsa, en mi terreno, cuando leo a Fuguet y descubro, al menos en parte, que hablamos un idioma común.
Aunque me falta muchísimo.
Y probablemente nunca lo alcance.
Aunque a ratos suena sobrado y marea.
Pero qué le vamos a hacer.
Somos distintos, y eso a veces es una carga, a veces una bendición, en ciertas ocasiones una clave secreta, en otras, una simple y clara opción.

Lejos, lejos, lo que más me gusta de toda la definición es que tiene cosas buenas y malas.
Que no endiosa a estas personas.
Y el final. Donde dice que tratan de vivir vidas interesantes, a su ritmo, con su sello.
Eso es lo que me atrapó. El hecho de que descubrí que quiero vivir una vida distinta, que me satisfaga solo a mí. No a la vida social de la revista Cosas ni a las Julitas Astaburuagas de mi generación. Total, a la única que le rindo cuentas es a mí misma.
Y soy exigente. Porque tengo inquietudes, tengo sed, tengo una sola vida para gastar.
Y ni cagando me la gasto en repetir un molde que otros me impongan.


PD: Esto no pretende ser una crítica destructiva, ni una declaración de principios, ni una denuncia contra la sociedad, los cool-fashion ni el Mc Donald´s. Es, más bien, un grito de felicidad al leer algo que me identificó y que me hizo ver que no estoy sola, y que si estoy fregada, al menos estoy fregada a mi modo. (¡¡Qué Sinatra esta última afirmación!!)

sábado, 3 de febrero de 2007

Sólo un beso

Una vez vi en la televisión algo que probablemente era muy malo. No recuerdo ni su nombre, ni si era una película o una serie.

Pero sí recuerdo un diálogo entre dos personajes.

Un tipo le preguntaba a una mujer cuál era su momento preferido.

Y ella le contestaba: "Ese instante justo antes de un beso"


Y nada.

Que aunque estoy feliz de estar tranquila y bien, añoro simplemente eso.

Un beso.

Y, por supuesto, ese exquisito instante que se produce antes de él.

Las cosquillas en la guata.

La hipersensibilidad de la piel de todo el cuerpo, que se hace conciente de todo lo que está a punto de pasar.

Luego, el roce de las narices, ese encajar anatómico de las caras, como si todo el ser de uno se hubiera hecho para este momento, con el otro.

Es como si la vida entera se te fuera en eso, es como si el mundo dejara de girar, es que todo lo que eres, tienes, sientes, vives, crees, atesoras, se derramara en los labios de otro.


Existen besos apasionados, largos, excitantes y sorpresivos.


Pero no cambio nada por un suave, cálido, tierno y dulce beso en el día de hoy.


¿Es eso mucho pedirle a la vida?