Raro
Aburrida por un breve rato, curiosa, metiche y medio (pero solo medio) masoquista, me di una breve vuelta por el blog de mi ex, el Gringo.
Fue, de verdad, rarísimo.
Porque expuestas, en galería, estaban las fotos de las tres pololas que el Gringo ha tenido desde que terminó conmigo.
Vi paseos, asados, viajes, comidas, carretes con mis amigos de toda la vida.
Y me entró una nueva curiosidad.
Yo a ellas no las conozco. Sólo las he visto en fotos. Ellas, supongo que también a mí. Sólo sé sus nombres. Supongo que ellas también conocen el mío. Pero ahí se acaba el equilibrio. Porque yo no sé nada más de ellas. Y supongo que, aunque no seré un tema recurrente en sus vidas, algunas veces, aunque sea una, habrán hablado con el Gringo de mí. O con mis amigos, a los que aún veo a veces.
No es ego. Es que yo, como mujer, no podría evitar preguntar aunque sea una cosita acerca de la mujer que estuvo casi ocho años con mi pololo y que lo dejó a pasos del altar. ¿O no?
Así que probablemente ellas conocen mi ocupación, mis principales virtudes y defectos, una que otra anécdota divertida, estrafalaria, escandalosa, triste o ridícula. Quizás algunos de mis gustos o costumbres.
No sé... sin que se convierta en un "tema" para mí, me puedo imaginar las conversaciones que tendrán, casualmente y de vez en cuando:
- Oye Gringo, ¿y esta Sombra, se llevaba bien o mal con tu mamá? (la respuesta es bien, hasta que supe, póstumamente, que me odiaba por tener opinión)
- Gringo, ¿quién te regaló esto? - La Sombra, mi ex - Ah....
- Gringo, ¿supiste? Ayer nos juntamos con la Sombra, está súper bien... (esos vendrían siendo nuestros amigos, que de tino, harto poco)
Y así pasa.
Repito.
No es ego.
Es la realidad.
Porque a todos nos pasa que hablamos de nuestro pasado, y por ahí se nos cuelan las personas que estuvieron en él. Y si hablamos, es porque en verdad lo damos por superado. A menos que llegue a grados obsesivos como podría ser:
- ¿Por qué tú no me quieres como me quería Sombra?
- ¡No vayas a sacar la foto de Sombra de mi velador!
Pero lo dudo. Espero que no. Ojalá que no. Por el bien de ella, de él y mío, de pasadita.
Mi punto, y para no desviarme tanto, es que es raro. Es raro convertirse en conocida de alguien que no te conoce y a quién ni ubicas.
A lo mejor odiada.
Envidiada.
En el mejor de los casos, ignorada.
O tal vez, así como ellas mismas para mí, objeto de rara curiosidad.