lunes, 22 de mayo de 2006

LOST

No, no voy a hablar de la serie de moda.

Más bien voy a hablar de mí.

Perdida.

Me han caído varios baldes de agua heladísima en la cabeza en estos días.

La semana pasada fue atroz. De ganas de llorar todo el rato.

Y eso que entremedio hasta mi cumpleaños fue.

Pero lo pasé mal.

Ese día me fui de reunión en reunión, y de las veintitantas personas que me llamaron, sólo logré hablar con cuatro o cinco. De los demás tuve que escuchar los mensajes de voz. Algunos, bien comprensivos, otros, francamente belicosos. Que dónde mierda estaba, que por qué no me dignaba contestar el teléfono, que feliz cumpleaños %&?"$)(&$!!!!

Y es que me di cuenta de una cosa hoy.

Que los tres trabajos que tengo (sí, leyó bien, tres, con distintos jefes, horarios y exigencias) me están matando.
Que si a eso sumo el proyecto social y los amigos, más la familia, abarco mucho pero aprieto poco. Y bien poco.

Después, tuve que soportar las caras decepcionadas de mis amigos que creen que ya no los quiero o algo así porque no me han visto TODOS los fines de semana.
Leer en un blog muy cercano, que hay alguien (a quien adoro) sentido conmigo porque no pude llamarlo de vuelta y tuve que dejarle un mensaje de texto. ¿Cómo lo hacía cuando mi jefe supremo estaba sentado al lado mío y no me dio posibilidad de escape alguno hasta horas inverosímiles? Nadie más amargada que yo.

Sí, quizás debiera ser más exhaustiva en los seguimientos de las cosas que empiezo. Llamar altiro de vuelta. Responder corriendo los mails recibidos.

Pero no me da el seso, lo juro y lo rejuro.

Se me olvida todo. Ando en estado de zombie. Dejo las frases a la mitad y a la gente con las cejas levantadas esperando que termine... hoy día en la mañana me pillé metiendo el hervidor al refrigerador... apenas me da para funcionar en piloto automático y cumplir con lo mínimo indispensable.

Me doy cuenta de que algo no va bien aquí.

Que esto de llenar el vacío dejado por los desamores con kilos de proyectos y pegas no me satisface, no me tranquiliza.

Me acuesto muerta, pero no feliz. Duermo pésimo, tengo pesadillas, un nudo en la guata casi constante.

Hago mil cosas pero no siento que avance a ninguna parte.

Y también me doy cuenta de que no sé poner los límites a los demás.

No he aprendido a decir que no.

Cosa que me ponen por delante la acepto y después ando atorada, sufriente.

Y de pasada, hago sufrir a los que me rodean.

Quiero estar con todos ellos, en mil partes a la vez. Mi agenda nunca para, y el día se me hace corto para vivir.

¿Vieron?

Perdida.

Sin brújula, radar, astrolabio; sólo un enorme y sentidísmo perdón para todos aquellos a los que les he fallado (y con plena conciencia de que la explicación agrava la falta).

lunes, 15 de mayo de 2006

Morir es descansar

Cuando estaba en el colegio, tenía una muy buena amiga.
La Fran era la mujer más inteligente que he conocido. Llena de talentos. Repleta de sentido del humor. Exitosa en lo académico. Pero nula en todo lo demás. Nunca tuvo un pololo, de pocas amigas, la molestaban en el patio niñitas hasta cuatro años menores que nosotros. Su apariencia era siempre la de un pollito mojado, se veía insegura, tímida y apocada. No era bonita, ni tenía estilo, no sabía peinarse, coquetear ni desenvolverse socialmente.
Un día, cuando estabamos en IV medio, sentadas en el patio, y mientras dibujábamos tonteras sobre el maicillo con el dedo, ella me preguntó:

- Sombra, ¿nunca has tenido ganas de estar enferma? ¿en un hospital?
- ¿Para qué, Fran?
- Para que la gente te vaya a ver, para sentir su afecto, para saberte querida de manera real y tangible.
- Mmmmm... me parece que no. Nunca lo había pensado, en realidad...

Creo que la conversación quedó ahí, en realidad no lo recuerdo. Lo que sí sé es que la Fran, pocos meses después, fue víctima de un cáncer tremendo, sorpresivo y muy violento, que nos removió a todos en lo más profundo. Empezamos cadenas de oración, visitas al hospital, y una vez que se fue a EEUU para intentarlo todo, nos escribíamos por fax cada semana.
La Fran, al igual que yo, amaba escribir y actuar.
Estuvimos juntas en los talleres literarios y de teatro del colegio.
Actuamos juntas en varias obras, y desde lejos, me mandaba escritos que nucna más nadie leyó, para que yo los revisara, les diera el visto bueno, la criticara.
Toda una vida juntas, desde prekinder hasta cuarto medio.
Después de dos años de lucha espantosa, cuando ya su cuerpo se había reducido a una sombra fantasmagórica, calva, llena de máquinas, agachada y silenciosa, nos la devolvieron para que muriese en su país de origen, rodeada de los que la quisimos.
De eso hace ya ocho años. Y su recuerdo no se borra de mi memoria.
Sus fax, entretenidos, chispeantes e interesantes, sí han comenzado a hacerlo.
Desde la cubierta de mi escritorio, una foto de ella, sin pelo, sin color, pero con una enorme sonrisa, me mira cada día. Y me pregunta por qué nunca he sido capaz de llorarla como corresponde. Ni una sola lágrima.

Será quizás porque entiendo que la Fran está muy bien, mucho mejor sin nosotros.
Que siento que tal vez su paso por este mundo fue breve pero fructífero. Que nos unió a las demás como amigas, que nos hizo sabernos afortunadas.
Que su sufrimiento por ser distinta, por no sentirse querida, había por fin pasado.
Que hoy en día nos observa y nos guía, que tenemos un angelito extra que nos cuida todos los días.

Y también porque a veces siento con fuerza que este paso por lo terreno se me hace pesado.
Que me cansa.
Lo noto al leer mis escritos hacia atrás y darme cuenta de que siempre es lo mismo, que nada cambia, que me estoy desgastando, que se me agota la esperanza, se me nubla el norte, que no veo salida a tantas cosas que me pasan y manejo a duras penas.
No sé por qué estoy tan sensible a las vicisitudes del diario vivir, pero ojalá aguante.

Hace dos domigos que voy a misa y lo único que hago es controlarme para no llorar desconsoladamente frente a mi mamá. Para qué, si no lograría jamás entender la profundidad de este vacío, si lo único que haría sería preocuparla, si no tiene las herramientas para salvarme.
Al parecer tampoco Dios las tiene. O no quiere usarlas conmigo. Yo, la oveja perdida, el alma descarriada, he dado vuelta mis ojos hacia esa cruz que me mostraron desde chica, pero parece que desde allá toca ahora que alguien más mire para otro lado y se desentienda.

Entonces me acuerdo de la Fran y me da pena su partida, me duele su dolor de tantos años, el que sufrió su alma antes de la enfermedad, y el que destruyó su cuerpo después de la llegada de esta.

Y pienso tantas cosas...
que la vida no es justa,
que el dolor puede nunca acabar,
que me asusta que esto dure para siempre, mucho más que morir,
porque finalmente morir es descansar.

Y es probable que sea por eso que nunca he llorado por la Fran, y lloro más por mí.
Porque de las dos, ella es la que está infinitamente mejor.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Freak

Hoy me encontraba frente al computador, lista para comprar mis entradas a Pedro Aznar.

En eso, sonó mi celular y era el Gringo.

Sabe que me encanta Aznar.

Y el recital coincide con una fecha especial para mí.

Así que me compró de regalo dos entradas, en primera fila, para que lo vaya a ver con quien quiera.

Casi me mareo de todo lo que salté y grité de felicidad.

Luego llamé a Javier y quedamos de ir juntos.

Yo creo que él también se mareo con la noticia.

Y mis amigas no pudieron creerlo. Que hubiera aceptado el regalo.

Pero las entradas ya estaban ahí, y además con el Gringo estamos de lo más amigos.

Así que ahí estaré, oyendo respirar a Pedro.

Igual reconozco que el bichito de la maldad me movió a invitar a Javier.

Porque cuando pololeabamos, al Gringo él le cargaba. Por ser un hombre que él sabía podría llegar a gustarme mucho . Demasiado parecidos, demasiado ideal él, decía siempre.

Estoy cansada de pensar siempre mil veces las cosas.

Necesito escuchar a Pedro cantándome A primera vista lo más cerca que se pueda.

Y al lado mío, en catarsis absoluta, Javier.

Este sí que es regalo.

Gracias Gringo!!!!



viernes, 5 de mayo de 2006

Blanco y Negro

Estoy en blanco. No sé qué escribir.

Me fui a negro. No sé qué sentir.

miércoles, 3 de mayo de 2006

Me salí fuera de contexto

Me encontré un CD entre las cosas de mi auto.
En blanco, es decir, sin nada escrito.
Un poco curiosa, lo puse en la radio.
Era Sueño Stereo, de Soda ídem.

Me trasladé automáticamente al año 1996.
Sí, hace 10 años.
¿Cómo olvidar ese tiempo?
Fue cuando conocí al Gringo. Y empezamos a salir, y nos pusimos a pololear, y nos dábamos interminables besos en el auto con las canciones de ese cassette dando vueltas sin parar.

Volví a escucharlo entero.
Y me acordaba de todas las letras.
Canté a voz en cuello todo mi viaje.
Y estuve nuevamente en cada lugar, con cada persona, en cada situación.

Una sensación de añoranza sana me invadió.

Y estoy más de acuerdo que nunca con Cerati.

Definitivamente, soy nada mas que menos de lo que podría ser.