lunes, 26 de diciembre de 2005

Sex & the City

Previendo la lata y la nostalgia y la pena y el qué-se-yo que me producen las fiestas, decidí hacerme un auto regalo.
Cuando era por TV no me la perdía, la dejaba grabando o simplemente volvía antes a mi casa para instalarme en mi sillón favorito, cigarros, coca-cola y chocolates en mano, a verla.
Luego, mi ex pololo tuvo la genial idea de regalarme la primera temporada en VHS.
Y ahí no paré más. La segunda, tercera y cuarta temporadas en DVD pronto estaban en mis ávidas y comprahólicas manos.
Me faltaban la quinta y la sexta (y última), instancias que dejé para más adelante, cuando el bolsillo se repusiera de tamaña inversión.
Ayer no pude más y partí a Bazuca a retirar el despacho de la quinta temporada, y a dejar encargada la sexta, que se encontraba agotada por el momento.
Sí, estoy hablando de Sex & the City, mi serie favorita. Por muchas razones.
¿Empezamos?


Simplemente, Carrie es mi alter ego. Desde la primera vez que la vi, quise ser como ella. Descubrí al poco andar que era un poco ella.

Obsesiva con los zapatos. Claro que los míos no son Manolo Blahnik, harto menos pitucos. Y hartos menos, así a secas. Y en general, para más remate, mi clóset no tiene el glamour, buen gusto y variedad del suyo. Pero estamos hablando de una serie de TV, y huelo a una excelente producción el que la maldita hasta para dormir se vea regia.

Me gusta, además, escribir, por la noches, analizando mi día, mi vida, las personas que pasan por mi camino. Bueno, ella lo hace tan bien que le pagan por eso y más encima la publican. ¡Vamos Sombra, algún día podrás lograrlo!

Me falta también el departamento en la ciudad de Nueva York, pero estamos trabajando para tener el espacio propio, al menos en Santiago de Chile. Me falta el tiempo libre y la disposición para poder visitar tanta cafetería, restaurante, museo y bar fashion. Pero se hace lo que se puede.

Tengo, eso sí, las amigas incondicionales, las anécdotas a veces increíbles, la afinidad absoluta con mis amigos gays. Que son tres, no uno como en el caso de ella. (Aquí te gané). Y por simpático que sea el pobre Stanford, creo que mis amigos gays son más reales, menos caricaturescos en algunos sentidos, más buenosmozos y mejor vestidos. Aunque igualmente fieles, cultos, inteligentes y sensatos a la hora de aconsejarme.


Con respecto a los demás hombres...

Basta cambiarle el nombre, la edad y listo. Porque la situación es la misma.

Todas las mujeres hemos tenido algún Mr Big en nuestras vidas, hombres inasibles, encantadores, misteriosos, que aparecen y desaparecen de improviso, poniendo el mundo propio de cabeza sin que se les mueva un solo pelo.

El mío aparece y desaparece cada cierto tiempo, desde hace algunos años. Al igual que en la vida de Carrie, reconozco que son más los dolores de cabeza que me trae que cualquier otra cosa, pero es inevitable. Se sabe triunfador y actúa como tal. Y pareciera tener una especie de radar para llegar justo cuando he empezado, al igual que mi alter ego, a instalarme en una relación seria, estable y sana.

Dudo que lo mío con este ser humano termine positivamente, como en la serie. De hecho, me parece que de a poco he logrado ir exorcizándolo. Ya no me siento débil y vulnerable frente a él. Y la experiencia me lo ha probado, al ponerme de vez en cuando algunos Bigs de poca monta en el camino. Buenos ejercicios de resistencia, equilibrio y madurez.

Cada vez que veo la serie me pasan muchas cosas.

Me río.

Me emociono.

Me impresiono.

Me muero de envidia.

Me siento representada.

Aprendo.

Y, sobre todo, veo que en verdad nada es tan terrible, si se toma con una gran dosis de humor, autoestima y personas adecuadas alrededor. Que la vida tiene hartas vueltas y que la realidad muchas veces supera a la ficción.

Admiro además la elegancia de Charlotte.

El profesionalismo de Miranda.

La desfachatez de Samantha.

En definitiva, el mejor remedio para la soledad, la autocompasión, los sentimientos de derrota y la lata.

Altamente recomendable, aunque algunos la encuentren terriblemente cliché, hueca o falsa.

Total, es televisión. ¿Para qué la queremos si no es para vernos reflejados, bajo un prisma altamente producido, a nosotros mismos?




¡FELICES
Y
GLAMOROSAS
FIESTAS DE FIN DE AÑO
A TODOS USTEDES!

miércoles, 21 de diciembre de 2005

En lo de los edificios departamentos... una dosis de buenos abrazos de oso y Ravotriles para la felicidad


Ayer, cerca de la medianoche, me encontraba abrazada a un adorable hombre, en una céntrica calle capitalina, habiendo vivido uno de los encuentros más entretenidos e inesperados de los últimos tiempos.
¿Cómo llegué ahí?
Me remonto a un par de horas antes…

Tipo seis pm, resignada a una tarde de compras navideñas de terror, con un calor de aquellos, miles de paquetes y mi quejumbrosa madre a rastras, caminaba por los pasillos de un mall (debiera llamarse mal a secas). Cuando… mi celular sonando. Un par de malabares después, lograba ver quién llamaba.
Eleutherio.

- Aló, ¡¡mi niña!!
- Hoooooolaaaaaaa
- Oiga, estoy en Santiago y quiero que nos veamos
- ¿En serio? ¡¡TOP!!
- ¿Qué le parece si se viene con Bendito Ravotril y conmigo al Emporio la Rosa a tomar un helado? Así aprovechan de conocerse…
- Mmmmm… lo veo difícil, estoy en medio de una misión de alto riesgo… pero esto no me lo pierdo. ¿Te parece si te llamo apenas llegue a mi casa?
- Muy bien. La vamos a estar esperando.


Dicho y hecho. Apenas llegué a mi casa, con las fuerzas renovadas por el panorama que se venía, volví a llamar a mi querido blogger-amigo.

- Eleu querido, ya llegué a mi casa
- ¡Muy bien!
- ¿Qué le parece si se viene al departamento de mi Bendito y nos tomamos algo?
- Excelente, ¿dónde queda?
- A ver, mejor le paso con él
- OK


Qué nervios… el mentado, famoso y admirado Bendito Ravotril estaba a punto de hablar conmigo… esto era un momento de antología.

- Aló, Sombra…

Inmediatamente noté en su timbre de voz una familiaridad exquisita que agradecí a San Eleu. Sin habernos nunca visto, se dio una confianza fantástica, algo que no tengo idea cómo explicar, pero que pude sentir con mucha fuerza.
Explicaciones más y menos, quedamos en que yo me daba una ducha rápida y partía a verlos, para tomar algo juntos, ponernos al día Eleu y yo, conocernos en carne y hueso Bendito Ravotril y Sombra de Mí.

Poco rato después me encontraba en una céntrica esquina con Eleu, quien me abrazó y besó con intensidad y cariño profundos, fue grande la emoción de un reencuentro no planificado y a la vez muy esperado por ambos. Y pensar que nuestros planes eran volver a vernos en su castillo, allá por el puerto…
Me di cuenta de que las extensas conversas por MSN de los últimos meses no habían sido en vano, y que ahora estábamos más cerca que nunca. Me di cuenta también del brillo de sus ojos, de la felicidad impresa en cada uno de sus movimientos, del buen momento que vive por estos días.

Una vez llegados al lugar, previo pequeño y risible obstáculo (por favor no confundir con espectáculo), consistente en la impresentabilidad de Bendito Ravotril, por haber salido de la ducha hace dos minutos y medio, hice entrada a un departamento que causó profunda impresión en mí.
Primero que nada, me encontraba, sin duda, frente a la vista más espectacular de Santiago… sin embargo, lo importante está en que, mirando adentro, pude notar que me sentía como en casa, porque en ese mismo departamento había estado yo muchas veces antes en mi imaginación. Ya conté alguna vez de mis ambiciones por independizarme, las cuales, por supuesto, siempre van acompañadas de fantasías tridimensionales y en total technicolor, acerca de las bondades de mis cuarteles de invierno. De muestra, sólo un ejemplo: una de las paredes figuraba pintada de un color rojo muy particular y difícil de definir, ya que no es italiano, ni colonial, ni sandía… es intenso, es único, es el exacto color en que se encuentran pintadas dos de las paredes de mi pieza en estos momentos. En las demás paredes, vivos cuadros firmados por el dueño de casa y otros detalles que mostraban la originalidad, buen gusto y especial sensibilidad de su habitante.

Eleutherio circulaba por todo el lugar con confianza y libertad. Apenas nos instalamos comenzamos a conversar de mil temas pendientes, atropellándonos casi por contarnos novedades y copuchas. En medio de este parloteo inusitado, hizo su entrada en escena Bendito Ravotril, dueño de casa.
Inmediatamente hicimos las presentaciones de rigor, y con toda naturalidad, se unió a nuestra cháchara.
Es difícil explicar en pocas palabras el perfil del personaje.
Creo que basta decir que se evidencia al momento el por qué de la felicidad de mi amigo.
Entretenido, inteligente, sociable, culto y sencillo son algunos de sus atributos.
Acogedor, perceptivo, generoso y tremendamente guapo son otros que destacan en un hombre que de inmediato se puso al día con nuestra historia, que fue capaz de adivinar al poco andar mi signo zodiacal, que con un par de preguntas logró captar mi esencia, que se ofreció de manera automática y entusiasta, no solo a ayudarme a decorar mi nuevo departamento el día en que logre concretar mi esperado plan, sino que además propuso adornarlo con algunas de las obras que han brotado de su pincel.
Fotografía, arte, cine, actualidad, farándula, blogs, amores, trabajo y universidad fueron algunos de los temas que revisamos bajo la aguda e ingeniosa perspectiva de ambos anfitriones. Todo acompañado por interminables volutas de humo y una copa que por más que me esforcé nunca logré dejar del todo vacía, gracias a la gentileza y presta atención de ambos caballeros.
Descubrimos con Bendito Ravotril una historia, algunas personas, ciertas opiniones y miradas acerca de las cosas en común.
Todo el tiempo nuestra verborrea era observada con mirada divertida y comprensiva por parte del mucho más calmado y taciturno Eleutherio, que intervenía en los momentos adecuados y con la frase justa.
Puedo decir, con toda certeza, que el rato se pasó volando, y que me sentí en todo momento increíblemente cómoda y acogida. Nunca dejó de pasar por mi mente la generosidad de ambos hombres, quienes viviendo lejos uno del otro, sacrificaron parte de su valioso tiempo juntos para estar conmigo.

Casi a medianoche, y con un cansancio fruto de las experiencias felices e intensas recién vividas, decidí volver a mi casa para dormir.
La despedida estuvo llena de promesas para el futuro, abrazos sinceros y agradecimiento por mi parte. Eleu me acompañó al auto en un gesto de hermano preocupado por (cito) “la futura madrina del retoño”, y volvimos a despedirnos, pudiendo yo entonces, con toda libertad, expresarle mi alegría por el giro que ha tomado su vida y completa tranquilidad por su futuro en tan buenas manos…

Subiendo por Plaza Italia en la soledad de mis pensamientos, volví a darme cuenta de lo imprevisible y a veces dulce que puede ser la vida con nosotros, sintiendo esa satisfacción plena que nace de saber que quienes queremos están bien, haciéndonos estar bien a nosotros por extensión.

Sólo me resta decir que no estoy contenta con este relato, porque no le hace justicia en lo absoluto a lo vivido. Puse todo mi esfuerzo en hacerlo lo más significativo posible, pero mientras más importante el tema, más escasas y pobres se vuelven las palabras para lograr transmitirlo. Estoy segura de que mis amigos podrán retratarlo aún mejor en sus respectivos blogs.
También quiero agradecerles por este medio la noche increíble que me permitieron vivir, y manifestarles, sinceramente, mi admiración, agradecimiento y total disposición para el futuro; el cual, estoy segura, estará lleno de nuevos y entretenidos encuentros, el primero de ellos, según ya dispusimos, en torno a una buena jarra de sangría y muchas nuevas copuchas para compartir.

martes, 20 de diciembre de 2005

Preview

Ya se los dije...
La semana prometía...
Sólo puedo decir que este martes superó con creces al lunes que le antecedió.
Sólo puedo decir que ahora tengo demasiado sueño, demasiado alcohol en mis venas, demasiadas emociones y nuevas vivencias, nuevos cariños y perspectivas en mi cabeza como para poder escribir algo coherente.
Mañana...
Mañana les cuento...
¡Les prometo que vale la pena la espera!

Lunes otra vez

Aborrezco los días lunes.
Los he odiado desde chica.
Eran mis días favoritos para faltar al colegio. Me hacía la enferma y listo. "San Lunes" le decía mi nana.
Siguen siendo mis días de más baja productividad laboral.
Se me hacen largos, tediosos, insufribles.
Lo único bueno, quizás, es enterarse de las cosas buenas del fin de semana. De las copuchas ajenas. Contar y recordar las propias.
Este lunes amanecí con otra disposición. No sé por qué.
Quizás porque me desperté sola, antes que el maldito reloj gritón que no perdona, y pude dedicar unos minutos a ordenar mis pensamientos. Esos, que desbocados y como un torrente, siempre me sorprenden incluso antes de que mis ojos se abran. Es inconmensurable la cantidad de cosas que me da por pensar en esos segundos de duermevela. Tareas, ilusiones, latas y expectativas se mezclan con una fuerza que a veces, simplemente, me aplasta contra mi cama.
Hoy no.
Abrí los ojos plácidamente, y una plegaria de agradecimiento brotó sola, espontánea, desde lo más profundo de mi alma.
Soy creyente, pero no fanática. Y por eso mismo, la oración me pilló tan desprevenida que me llegué a asustar. ¿Me iré a morir?
Una vez fuera de la cama, me lavé el pelo con calma y deleite. Mi hermana entró al baño y tuvimos una conversación como de matrimonio. Trivial, entre pasta de dientes, ríos de espuma y recuentos del fin del semana. Me cae la raja mi hermana. A pesar del historial nebuloso que tuvimos en el pasado, a pesar de lo poco que nos vemos a causa de nuestros trabajos con horarios distintos, a pesar de que todavía tiene actitudes que no entiendo y cambios de genio explosivos y demoledores que me descolocan. Es buena onda, y sé que la vida para ella no ha sido nada de fácil. Tan depresiva, tan estresada, tan cambiante, tan hermosa y atormentada por este don/castigo. Tan distintas las dos.
Frente al espejo, decidí establecer un cambio en mi imagen. Hice la partidura de mi largo cabello a un lado y me puse un pinche tomando los rebeldes semi rulos que me llegan mucho más abajo que los hombros.
Luego, frente al clóset, dediqué más de un minuto a pensar qué me iba a poner. Más arreglada de lo común, partí haciendo juego, casi ridiculamente, en cuanto a cartera, chaleco, aros y anillo se refería.
En el auto me acordé de algo que había olvidado. El perfume. Pero qué tonta. Si es algo tan esencial para mí. Menos mal andaba con una Polo Sport Woman chica en la guantera del auto, no recuerdo por qué absurda razón, así que en el semáforo más próximo el asunto quedó cubierto.
Al ritmo de U2, y haciendo planes para su próximo recital, el Pelao la Jose y yo llegamos al trabajo.
Primera cosa. Entré a la oficina de Alejandro, mi jefe/amigo.
- Fiuuuuuuu. Sombra, te prohibo que te vuelvas a peinar así...
- ¿Por qué Alejo?
- Te pareces demasiado a la Bolocco...
- ¿Y eso es bueno o malo?
- Osea, depende... ¿dónde dejaste al viejito?
- Jajajajajajaja.....
Me encontré con Shy en el pasillo. Me miró de arriba hacia abajo, de vuelta. Me saludó cariñoso. Está bronceado el hombre. Viene llegando de un viaje de negocios. Tan buenmozo y sonriente, por un segundo volví a recordar por qué me atraía tanto. Es simple, es niño, es transparente, es sólido como una roca y sé que me quiere mucho. Lamentablemente no de la forma en que me hubiese gustado, todavía a veces me imagino cómo será morir un poco en sus brazos, respirar en su boca, mirarme en sus ojos de aguas tranquilas y mansas. Me acerqué y le acomodé la corbata.
- Te ves bien hoy
- Tú también, Sombra
- Gracias
Me hizo un gesto divertido, y se alejó silbando una marcha militar.
Busqué a la Cecilia pero no la encontré, al parecer tuvo que ir a hacer unos trámites. En medio de las averiguaciones, apareció la Angélica.
- ¡¡Bienvenida a la familia!! - gritó abrazándome, mientras otros miraban, desconcertados
- ¡¡Angélica!! ¡¡Cállate!!
- ¿Qué onda? - preguntó la Eugenia, atraída por los gritos de la loca de mi amiga
- Nada, es que la Sombra salió el fin de semana con mi primo, y le fue de lo más bien - me guiñó un ojo.
Hace meses que la Angélica se propuso buscarme pololo. No tengo idea por qué, dado que en verdad yo no tengo apuros de ningún tipo. Jodió y jodió hasta que hizo que un primo suyo me llamara para salir el viernes que recién pasó. Pato resultó ser todo un descubrimiento, pero esa es otra historia que después pienso relatar con detalle.
Llegué por fin a mi oficina, y apenas me había puesto a llenar unos informes, me llamó Alejo por teléfono.
- Sombra, vente a mi oficina. Trae algo para hacer - agregó.
Le carga trabajar solo. Me llama siempre para que lo acompañe, para que le converse, para interrogarme sobre mi vida sentimental y darme consejos tirados de las mechas y muy sexuales, que me hacen enrojecer a mí y a él reírse como loco. Curiosamente, la única vez que seguí uno de ellos, me fue muy bien. Por eso a veces me gusta molestarlo diciéndole que es mi gurú.
Me honra que me invite a estas reuniones personales. Alejo tiene muchos amigos en la oficina, y siendo hombre como es, desprecia y rehuye a la mayoría de las mujeres que trabajan con él. Que me busque es una especie de homenaje y reconocimiento
- Eres como la hermana que nunca tuve. Y, junto con mi señora, una de las pocas minas que admiro en lo laboral - me confesó una vez. Me caí del asiento, porque lo tengo muy alto en mi escala de valores personales, y mi sueño es llegar a ser como él.
Trabajamos poco y nos reímos demasiado hasta la hora de almuerzo. En medio de todo llegó Shy y se nos unió.
Comimos algo rápido y partimos todos a una reunión general con visitantes de otra empresa que venían a darnos una especie de charla/capacitación.
Luché de verdad por no quedarme dormida. Menos mal Shy se dedicó a molestarme escribiéndome mensajes absurdos en las fotocopias, y metiéndome el lápiz en la oreja, la nariz, de manera que no me quedó otra que poner algo de atención.
En la charla al fin me encontré con la Cecilia, quien interpretó mi nuevo look como éxito seguro en la cita del viernes.
- Esta cabra se nos enamoró - dictaminó.
Llegué a mi casa tarde, pero contenta. Fue un día bueno. Mi madre me esperaba para que la ayudara en varias cosas, pero el cansancio pudo más y cuando entró parloteando sola a mi pieza, yo roncaba como un oso sobre mi cama.
Lunes otra vez.
Un lunes como los que me gusta tener.
Un lunes que me hace valorar las cosas buenas de mi familia, mi trabajo, mis amigos.
Ojalá la semana siga siendo igual de buena. Llena de alegrías sencillas, de personas gentiles, de pequeñas sorpresas que cambian el matiz de las cosas.
Y eso que ni siquiera conté el resto de mi fin de semana, redondo, entretenido, fructífero.
Quizás es cierto que estoy más feliz de lo acostumbrado.
Lo noto en mis escritos anteriores, todos ellos llenos de un positivismo casi meloso.
Y es que casi nunca planeo lo que voy a escribir.
Me siento frente a la pantalla en blanco y expreso lo que se me venga a la cabeza.
Si alguien se siente bien, la raja.
Si alguien se identifica, mejor.
Si a alguien le da lata, qué me importa.
Total, es lunes.
Tiene toda la semana para reencontrarse entre mis letras.
O tal vez no.

martes, 13 de diciembre de 2005

"Que seas muy feliz"

Hace casi dos años, en pleno verano del 2004, tomé mis bártulos y con mi amiga Olivia nos fuimos a Brasil.
Desde chica sufro de una comezón viajera que me ha llevado a invertir hasta el último peso de mis ahorros en recorrer parte del mundo cada vez que puedo.
Viajar para mí es un trance, un paréntesis en que la vida toma otros matices, creo que una vez ya les conté algo de eso, así que no me doy más vueltas acerca del asunto.
En ese viaje en particular aprendí muchas cosas.
Y logré construir un vínculo con la Olivia que nos llena de orgullo y felicidad a las dos.
De todos los viajes que he tenido la suerte de realizar, éste es uno de los que recuerdo con más cariño. Tengo una memoria bastante buena, pero de éste en particular, guardo imágenes, detalles, sensaciones, olores, colores y sabores, realmente grabados a fuego en la mente y el espíritu. Creo que me definió mucho como persona, ya que durante él hice un trabajo importante de retro e introspección. Todo con la ayuda pertinente y asertiva de la Olivia. Sin saberlo, me encontraba en la antesala de muchos cambios en mi vida.
Cuando volvíamos de la tierra del carnaval, hicimos una escala de tres días en Buenos Aires.
Como es tradición de fin de semana, fuimos las dos a la feria de antigüedades de San Telmo.
Mientras deambulábamos por las callecitas de la periferia, vimos una mujer estatua. Completamente blanca, completamente inmóvil, era una imágen maravillosa.
- Ohhhhhhh, la cagó, Olivia, porfa sácame una foto al lado de ella...
- Vale
Me situé a un costado de la artista y me retraté cual turista japonesa.
Repentinamente, cobró vida. Se volteó hacia mí, y tomándome la mano, me miró a los ojos.
Con la otra mano me acarició el rostro suave y blancamente, y susurró una frase que jamás he olvidado: "Que seas muy feliz"
Los roles se intercambiaron instantáneamente. Me quedé inmóvil, como petrificada, y ella se movió para volver a su postura original. No entiendo por qué, pero me conmovió enormemente su gesto. Tanto, que se me llenaron los ojos de lágrimas. Todavía cuando me acuerdo, se me paran los pelos de la emoción. Literalmente.
Tengo guardadas, como tesoros, ambas fotos. La original, Sombra de Mí instalada al lado de la mujer-ángel-estatua. Y la otra, en el momento justo en que ella me toca con su alba mano, acierto fotográfico absoluto de la Olivia.
Apenas llegamos de vuelta a Santiago, y retomamos nuestras rutinas normales, se desencadenaron una serie de acontecimientos que me llevaron a vivir los, hasta ahora, dos años más difíciles y tristes de mi vida. Años negros. Años en que, justamente, lo que más me ha costado, es ser feliz. Qué paradoja.
La Olivia ha estado todo el tiempo a mi lado.
Y, yo, como soy machuca y obcecada, he peleado duro contra las adversidades para dejar de sentirme infeliz.
Para no darle la razón al destino.
Para no contaminar mi espíritu con las circunstancias.
Para no olvidar los anteriores años de alegría y seguridad.
Para cumplir el deseo de este ángel de la guarda que me envió a la batalla con su bendición.
No hay mal que dure cien años, dicen.
Espero que el mío dure harto menos.
Mientras tanto, esperando nada, suelo acordarme de esta experiencia tan particular, que terminó con la Olivia tomándome de la mano para ir a almorzar, sin entender mucho, pero percibiéndome afectada por algo que ni yo entendía muy bien.
Más bien creo que presentía que iba a necesitar de este deseo en el futuro.
Juro que voy a gastar todas mis fuerzas en cumplir con su augurio.
Y estoy segura de que es muy difícil que se me olvide alguna vez esta pequeña anécdota, quizás de características irrelevantes, pero que me lleva a sonreír y emocionarme cada vez que la recuerdo. Que me da fuerzas para continuar. Que me dice que nada pasa por casualidad.
Me gustaría poder mostrárles la foto.
Pero van a tener que resignarse a creerme, a ojos cerrados, que es realmente mágica.

domingo, 11 de diciembre de 2005

¿Qué habrá sido?

¿El ejercicio del deber cívico?
¿El majestuoso asado?
¿Las ensaladas raras?
¿Las piscolas heladas y cigarros?
¿Las canciones de los Beatles saliendo por los parlantes?
¿El olor a pasto, cloro y bronceador?
¿La natación, la competencia de piqueros, el traje de baño?
¿La amena conversación?
¿La siesta comunitaria en la gran cama matrimonial?
¿La primera temporada de Nip/Tuck en DVD, metidos en la misma cama?
¿La pizza casi a medianoche?
¿El helado cuchareado de la caja?
¿La sensación de guata llena y corazón contento?
¿La promesa de mucho más de lo mismo?

No sé, pero hoy me volví a enamorar del verano.

¡Qué domigo!

La "mala" educación

Me encantaría saber dónde puedo estampar mi reclamo.
Quiero saber por qué mierda me hicieron tan requetecontra responsable, juiciosa y conciente de los demás.
No me estoy tirando flores. Juro que no. Al revés.
Lo paso mal a veces con este carácter tan correctito que me forjaron a punta de esfuerzo familiar y escolar.
No soy capaz de cambiar. No me sale, simplemente me descoloco.
Nunca he podido decir... filo, lo hago mañana. O filo, que lo haga otro. O peor: filo, dejémoslo así no más, igual salva.
Pocas veces he mandado a la mierda a alguien. Sería incorrecto tratarlo mal.
Aunque sea flojo.
O mentiroso.
O irresponsable.
Maniática de la perfección. Del control. Del deber. Aún en contra de mis propios intereses.
Si hasta para desbandarme soy programada. Mmmm, mejor no tomo más, mañana tengo que levantarme más bien temprano para aprovechar el día...
Me educaron en una familia donde hacer lo correcto, y más encima, impecablemente, es algo que no se discute.
Me reforzaron en un colegio donde no existían los premios. ¿Para qué? Con su deber no más cumple, mijita.
Me grabaron a fuego lo privilegiada que era. Lo afortunada. Diría que casi con un tinte de culpa. Que me lleva a mirar el mundo siempre con la necesidad de hacer algo.
Igual bien inconsecuente yo.
Porque sintiendo todo esto, muchas veces no hago nada. O no hago lo suficiente.
En mi cabeza no caben ciertas cosas, quizás tontas. Como botar comida a la basura. O un cuaderno que todavía tiene hojas blancas. Como tener un jeep de veinte millones de pesos. Aunque tenga los veinte millones (Que no es el caso). No podría dejar de cumplir una tarea. O sacarme el pillo. He ido a trabajar enferma, cansada, aproblemada, saturada. Me da cargo de conciencia comprarme algo que me gusta pero sé que no necesito. Aunque sea un helado.
Una vez Rafael me preguntó si yo hacía muchas cosas por sentido del deber, más que por querer. Me dejó pensando. Son muchas. Menos mal también he aprendido a hacer hartas de las cosas que me gustan, que quiero. Pero me costó más de veinte años atreverme.
Esta semana, matea yo, me puse a mirar las propagandas políticas. ¿Cómo votar sin informarme?
Me dio risa esa que decía: Chi´, ¿¿te creí socialista??
Y me di cuenta de una cosa.
No soy socialista. Nunca lo he sido ni creo que lo sea. El error está en pensar que esas ideas y pensamientos son propios de esta tendencia política. Para mí que se están robando los créditos estos chiquillos...
Y me di cuenta de otra cosa más atroz.
¿Desde cuándo necesitamos tomar conciencia de estas cosas?
¿No debiera surgirnos espontáneamente este sentimiento de impotencia a ver la pobreza, la pena, no debieran darnos ganas de hacer algo solo por el hecho de ser humanos?
Al principio yo encontraba bacán que en las micros hubiera espacios especiales para los viejos, embarazas y discapacitados. Ahora creo que es una mugre, porque demuestra que fue necesario crearlos para que nosotros, los demás, no los dejaramos colgando de las pisaderas.
Entonces...
Una parte de mi grita por un break. Poder irme con mis "amiguis" a la peluquería al menos una mañana de lunes entera, mientras el resto suda por ganarse el pan, y leer la revista Cosas mientras me hacen un masaje capilar. Pasarle el muerto a otro. Que alguien más se preocupe de hacer la pega lo mejor posible, que otro piense cómo vamos a sacar este terruño adelante. Que se pare y ceda su asiento el imbécil de diecinueve años que tengo al lado cuando se sube Matusalén a la micro. Y no yo.
Otra parte de mí se da cuenta de que en verdad soy privilegiada por poder darme cuenta de estas cosas. Por no ser una hueca más, envenenando el aire que los demás respiran con mis comentarios tipo "Gaia, ¡estai regia hueona!"
No crean que me siento imprescindible, ni nada por el estilo. Me siento en deuda, que es otra cosa.
¿Vieron?
Quiero reclamar. Me abrieron los ojos.
Y yo que quería dormir un ratito más, en una nube rosada, donde el único problema real es si vamos a ir al solarium antes o después de hacernos las uñas...

sábado, 10 de diciembre de 2005

Es un asunto de higiene, Cecilia.

No hay caso. Es un hecho.
Soy una mala influencia para la Cecilia. Al menos, en el ámbito oral.
Cuando está conmigo ella dice, piensa y hasta escribe, miles de garabatos. Aprende los más nuevos, saborea los más duros, se ríe de los más ingeniosos.
Establecemos rankings de los que más nos gustan, los que más nos liberan, los que más vergüenza nos da decir. Los que se nos han salido en público, los que nunca se nos habían ocurrido.
Mierda.
Hueón, hueada, hueeta, ahueonado, hueonazo.
Chucha.
Pico.
Conche tu madre.
Hije Puta.
Conche la Lora.
Sacoe huea.
Y suma y sigue...
Después, se pega en la boca a modo de autocastigo.
- Mi hijo no puede, ni debe, escuchar todas estas palabrotas.
Es casi como si nos fusionaramos en parte. Yo me pongo pía y cito a los santos y ángeles de la misericordia. Ella, simplemente, habla y piensa un poco como yo.
Mucho cargo de conciencia le dará.
Pero yo insisto.
Decir garabatos es higiene bucal. Higiene mental.
No hay nada más rico que un garabato bien dicho en el momento oportuno.
Cuando te pegas en el codo con la puerta del auto.
Cuando alguien te da una mala noticia.
Cuando no te resulta lo que querías.
Cuando se lo diriges a alguien que en verdad se lo merece. Aunque no pueda escucharte.
Hoy íbamos en auto, a mil por hora, conversando de las miles de cosas que la vida nos ha regalado sin haberlas pedido. Sobre los dolores y las cargas que nos paralizan a veces.
Mientras yo hilaba un sesudo y cuerdo argumento acerca de las cosas malas que te pasan, y de todo lo que te enseñan, llegamos al semáforo.
Pedro de Valdivia con Irarrázabal.
Luz roja.
Me paré y la miré, por primera vez en mucho rato.
Al lado mío no estaba la Cecilia.
Había una niñita chica, indefensa, asustada, al borde del llanto.
- ¿Por qué me pasan estas cosas a mí, Sombra? Tengo tanto miedo... -casi suspiró, apoyando la frente en el vidrio.
No puedo contarles lo que le está pasando. Es demasiado grande, demasiado fuerte, el miedo más inconmensurable, por lo menos de mi propia vida, hecho realidad. Una realidad palpable, latente, existente, colgando cual espada de Damocles sobre su cabeza.
Solamente atiné a abrazarla bien fuerte, a hacerle cariño en la espalda, a prometerle que pase lo que pase, siempre me va a tener a su lado.
Me di cuenta de que mis atados son unas cagadas al lado de sus problemas, con mayúsculas.
Me di cuenta también de que si no hacía algo rápido, la Cecilia se me desmoronaba ahí mismo.
- Pico Cecilia, pico con todo. A la chucha las huevadas, a la mierda todo. Te invito a almorzar a alguna parte.
- Bueno...
- Ya, pero antes, hazme un favor.
- ¿Cuál?
- Grita conmigo
-¿?
- Picooooooooooooooooooooo
- Picooooooooooooooooooooo
- Más fuerte, Cecilia. Abre la ventana.
- Picooooooooooooooooooooo - las dos, con los pelos al viento, en pleno Pedro de Valdivia.
- ¿Te sientes mejor?
- Ojalá nadie nos haya escuchado
- Ni cagando, no te preocupes
- Jajajajajaja
- Jajajajajaja
- ¿Cantemos?
- Obvio
- Ella es menor, él es normal, yloqueestánhaciendoesunpecadomortal....

miércoles, 7 de diciembre de 2005

Yo, la peor de todas

Anoche
-¿Aló?
- Sombra...
- ¿Gringo?
- ¿Cómo estás?
- Muy bien, ¿y tú?
- Pololeando...
-¿Really? Pucha, felicitaciones.
-Gracias. Quería contártelo yo, antes de que te llegaran los rumores.
- Bueno, gracias.
- Sombra...
- ¿Sí?
- Yo sé que vas a encontrar a alguien. Te lo mereces.
- Gracias, lindo. Lo sé.
- Y vas a estar tan feliz como yo.
- Ya estoy feliz, Gringo.
- ¿Oye?
- Dime.
- ¿Tú le contarías a tu nueva pareja lo que pasó con nosotros? ¿Las cosas que hicimos? ¿En qué las embarramos?
- Mmmm... yo creo que sí. Siento que la confianza es importante. Ahora, me asusta el cómo y el cuándo...
- Sí, es raro. No tengo idea de qué hacer...
- Bueno, ahí tienes que ver tú, pues.
- Sí, toda la razón. Al menos te tengo a ti para conversar, ¿o no?
- Claro...
- Un beso, ¡te quiero mucho!
- Un beso, Gringo. Cuídate.
--
Hoy
- Cecilia, adivina qué...
- ¿Qué?
- Anoche me llamó el Gringo.
- ¿El Gringo? ¿Tu Gringo?
- Sí.
-¿Qué quería el pelotudo?
- Contarme que estaba pololeando.
- Ah, mira el huevoncito, qué deferente.
- Pero Cecilia...
- Pucha Sombra, cómo te manipula ese imbécil...
- ¿Por qué dices eso?
- ¿No te das cuenta de que te está usando? ¿Para estar tranquilo, para estar bien? ¿No sientes que de alguna manera está tratando de reparar el daño que te hizo?
- Sí, pero creo que eso es bueno...
- Estai loca... no te olvides de todo lo que te hizo, Sombra. Tú terminaste con él para no hacerle daño, para no hacerlo sufrir. Te hiciste a un lado para que el derrumbe que se venía no lo aplastara y asumiste todo el peso del error tú sola.
- Pero Cecilia, eso estuvo bien. Lo hice porque quería. Porque lo quería.
- Ya, y él te pagó de la manera más sucia que existe. Hizo una campaña contra ti con todos tus amigos, echó a correr rumores feos y falsos contra tu persona. No, perdóname pero no le creo.
- Bueno, ¿y si él está arrepentido de lo que hizo y está tratando de cambiar las cosas?
- No Sombra. Para mí que ahora quiere quedarse tranquilo, te apuesto que en este minuto se siente el huevón más bacán del mundo por haberte llamado y hacerte sentir que está en paz contigo. Lo malo es que a ti él no te dejó en paz. Por casi dos años.
- Cecilia, ¿Por qué me dices esto?
- Porque eres una pendejita crédula, que siempre ve lo bueno de la gente, aunque eso te salga caro a ti. Porque creo que tienes que quererte más, y saber mandarlo a la cresta, no puedes estar haciendo penitencia por el resto de tu vida por haber tenido las pelotas de patearlo, en vez de echarle para adelante como lo habría hecho otra más cómoda o más cobarde, porque sabías que te lo habrías terminado cagando y lo que logró, fue que terminaras cagándote tú sola. Te autoboicoteaste, y eso tiene que parar ahora.
- Cecilia, yo no me autoboicoteo.
- Sombra, lo haces constantemente. Juegas a ser "Yo, la peor de todas", cuando en realidad le arreglaste la vida a ese carajo.
- Nadie puede decir carajo, jajajaja...
- Ya, no le saques el poto a la jeringa cabrita. Dime, ¿para qué crees que te llamó si no?
- ¿Todavía le importo?
- ¡Mi abuelita en moto! Si le importaras, jamás te habría hecho lo que te hizo antes. Un año y medio de ventilar sus heridas e inseguridades a los cuatro vientos no se borran con una llamada telefónica. Dale una vuelta al asunto, bien en serio, Sombra.
- No te puedo tomar en serio si me dices carajo y tu abuelita en moto, Cecilia.
- Ya. Como tu hermana mayor, te prohibo que le vuelvas a hablar. Estos huevones qué se creen, te venden la pomada de Superman, y al final son el mismísimo Guasón. Me voy, porque tengo una reunión...
--
Quizás la Cecilia tenga razón. Quizás la llamada de mi ex pololo obedeció a su propio interés y necesidad de autocomplacerse, de acallar su conciencia intranquila. Podría ser también que se le haya ablandado el corazón con la idea del pololeo y haya decidido hacer su buena acción del día. Hasta me parece que podría estar empezando a entender a qué me refería yo cuando le expliqué, el día que terminamos, que iba a estar mucho mejor sin mí. Y yo sin él. Que me había dado cuenta que íbamos derecho a un abismo de mentiras y actuaciones, y que yo ya detectaba en mí la necesidad de buscar en otra parte todo lo que me hacía falta a su lado. Que tenía miedo de serle infiel, en pensamiento, en obra, en omisión. Que me aparté justo a tiempo porque los acontecimientos me dieron la razón. Y caí en un espiral de acciones y emociones que me hicieron sufrir, aprender, topar fondo, sufrir. Bañarme en caca. Pero por lo menos con el orgullo de no haberlo arrastrado conmigo. De no haberlo salpicado. Mientras él, con ventilador, me rociaba con malas ondas, malos deseos, malas mentiras acerca de nosotros dos.
Quizás yo tenga la razón también. Quizás el Gringo quiera de verdad que yo sea feliz. Y ser feliz también. Quizás quiere dejar atrás las peleas y malas ondas del pasado para empezar una nueva relación conmigo. Claro que no tengo ni la menor idea de qué tipo de relación quiere tener conmigo. Porque amigos está claro que ya no somos. Y tampoco vamos a volver. Tal vez esta fue su despedida, un saludo a la bandera, en honor a los buenos años que compartimos.
Sólo tengo la certeza de que me alegré por la noticia.
Da lo mismo la forma y el momento en que me enteré de ésta.
No me interesa mucho con qué segundas u oscuras intenciones me fue entregada.
No voy a mirar para atrás, no me voy a dejar arrastrar por la culpa, ni las cuentas negativas, ni las penas negras que me nublaron tanto tiempo. Ellas fueron las que me llevaron a caminar a ciegas por mis días.
Ahora mejor me dedico a mirar para adelante y caminar.
¿Y ellos?
Ellos, que sean felices y que coman muchas, muchas perdices.

lunes, 5 de diciembre de 2005

Saudade

Siempre los domingos han sido días que me han sido difíciles de digerir. La presión laboral inevitable que se aproxima, el cansancio de los días recién pasados, generalmente con mucha actividad y trasnoche. Estos últimos domingos han sido especialmente raros, es como si el descanso diera paso a un estado mental vulnerable y frágil que me lleva, desde mi cama y en medio de la oscuridad de mi pieza, a plantearme muchas cosas... dónde se encuentra mi futuro, cómo voy a enfrentar este fin de año, qué va a suceder con todas estas cosas que quedaron volando en medio del aire, sin resolver...
En general intento no dejarme llevar por estos pensamientos, porque con el tiempo he descubierto que de nada sirven... solo me trae angustia el sentir que soy una nave sin rumbo fijo, y la verdad, como me dijo alguna vez un amigo, por muchos planes que tengamos, al final el destino siempre es una ilusión frágil que se quiebra con un suave soplo del viento. Poco es lo que podemos hacer, pocas decisiones podemos tomar sin quedar a favor de las circunstancias y lo que ellas quieran decidir en torno a estos proyectos. Pero no me resigno simplemente a dejarme llevar por los días, a la deriva, sin intentar protagonizar mi historia. Quedan 27 días para que se acabe el 2005 y puedo sacar muchas buenas conclusiones, pero me falta algo. Me falta más.
Será quizás todo lo que he vivido en estos últimos días, las conversaciones que he tenido con distintas personas, que me han dejado meditabunda, preocupada a veces, tranquila en la minoría de los casos. Es así como me enteré de que mi amigo Hugo está preocupado por mí, por mi tranquilidad, por el cariz que ve que toman mis acciones. Hugo cree que he bajado los brazos, que he parado de luchar, que la capacidad, empuje y fuerza que alguna vez me han caracterizado, han cedido frente a una especie de resignación que no le cuadra conmigo.
Tampoco creo que sea malo esto de reflexionar y sentirse un poco perdido, un poco triste, un poco melancólico por el pasado. Saudade le llaman en portugués, y muchas notables canciones en ese idioma han rendido tributo a la gloriosa sensación que te embarga por momentos obligándote a tomar conciencia de lo que es sentir.
Así es. Prefiero estos minutos de sinceridad conmigo misma, de reconocerme a mí misma lo mucho que me falta por caminar, que vivir semi anestesiada por la vorágine y nunca darme un tiempo para parar y conversar conmigo. Con esa yo que vive adentro de mí. Que quiero y odio tanto, que me ha regalado tantas buenas cosas pero que a la vez me ha metido en tantos aprietos. Que me impresiona por su inteligencia, sensibilidad y buenos sentimientos. Que tantas veces se ahoga en el barro de la estupidez, los traumas, la total desubicación. Que es tan capaz. Y a la vez tan inútil. Que ha sido tan fuerte en ocasiones importantes, y tan débil en otras menos trascendentes pero igualmente relevantes.
Por ahora quiero convencerme de que voy a sobrevivir, dejándome, simplemente, tomar de la mano por aquellos que me quieren y me conocen bien, que me desean lo mejor y que saben, como yo, que la perseverancia y la tenacidad son dos de mis cualidades (lamentablemente no muy acompañadas de paciencia); y que siempre, al final, he podido reír, más y mejor cada vez.

jueves, 1 de diciembre de 2005

Me han tocado un tema sensible...

Me cargan las cadenas, pero esto es diferente.
Me han tocado al que es, junto con la música, el gran amor de mi vida.
Por lo mismo reconozco que soy una lectora versátil y lúdica.
Que leo mucho por obligaciones laborales, otro tanto por curiosidad, bastante para entretenerme, otro poco por aprender. Siempre termino extasiada. Siempre apago la luz a las 4 de la mañana.
Puedo enamorarme de un hombre desafinado. Que odie las películas. Mal genio. Hasta con faltas de ortografía. Pero si no lee, es casi imposible.
Gracias Eleu por llevarme a pensar en esto. A darle más de una vuelta al tema durante el día de hoy. Por recomendarme tan buenos libros en el último tiempo. Por mandarme esta odiosa cadena.
Estás atrapado en Fahrenheit 451... ¿Qué libro te gustaría ser?
Fahrenheit 451, ni más ni menos...
¿Alguna vez te enamoraste de un personaje de ficción?
Mucho antes de que Viggo Mortensen encarnara al héroe de mis sueños, me fasciné con la hidalguía, valor y nobleza de Aragorn, y quise ser, por mucho tiempo, la afortunada Arwen.
El último libro que compraste fue...
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, versión 400º aniversario, por la Real Academia de la Lengua Española. Regalo para uno de mis más queridos amigos.
El último libro que leíste fue...
Estoy sumergida en medio de los cuentos completos de Cortázar. Más específicamente, en Historias de Cronopios y Famas. Estoy esperando tener un velorio para copiar algunas de las conductas sugeridas para la ocasión por el autor....
Los cinco libros que llevarías a una isla desierta...
1. Todo Mafalda, de Quino. Nunca me canso de leerlo y releerlo. Es un real vicio.
2. El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. O sus memorias, que son casi más increíbles que la ficción misma que suele relatar.
3. 1984, de George Orwell y Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Para hacerme una idea de cómo podrían estar las cosas a mi regreso a la realidad...
4. Adiós al séptimo de línea, de Jorge Inostroza. Para reavivar mi patriotismo, para reírme de la picardía e ingenio del roto chileno, para volver a enamorarme de Manuel Rodríguez.
5. Los cuentos de J. D. Salinger. Porque me parecen mucho más relevantes y significativos que el sobrevalorado Guardián entre el Centeno. Y porque los cuentos en verdad me rayan; no importa si son de tipo realismo mágico, costumbristas, de hadas, terror o ciencia ficción.
Para variar hice trampa y me estoy llevando más de cinco. Si tuviera una real opción, me llevaría muchos más. Soy una consumidora compulsiva de lectura. Por algo desesperaba a la bibliotecaria de mi colegio, que ya no sabía qué prestarme para saciar mi avidez. Porque reconozco que la única vez en mi vida que me he dejado poseer por un consumismo desatado, ha sido en El Ateneo de la calle Santa Fe en Buenos Aires: mi tarjeta de crédito todavía transpira.

A quién le pasas esto y por qué...

A todos los que se identifiquen con la lectura. A todos los que gastan más de lo que pueden en libros. A todos los que sueñan con ser dueños de una librería, y agachan la cabeza, compungidos, al pasar frente a una y darse cuenta, dolorosamente, de todo lo que quieren y no pueden comprar. A todos los que quieren que desaparezca el impuesto a los libros. Menos a Enrique Lafourcade. Viejo pelotudo, me cae mal.
Filo, en vez de contestarla, ¡váyanse a leer!

Hablemos de Sexo II

Una vez cumplidas mis obligaciones con el Pelao y su nueva hija, la cual llegó con marraqueta bajo el brazo a Santiago de Chile, en este curioso noviembre de 2005, me dispuse a volver a mi casa para un reponedor sueño antes de una nueva jornada laboral. Ilusa de mí.
Teléfono en el auto. Mi querido y antiquísimo amigo Hugo.
- Sombra, vente para mi casa. Estamos aquí con Paco y Luis, parilleando.
- ¿Y tu señora, Hugo?
- En el norte, trabajando.
- No, Hugo, en verdad muchas gracias. Pero resulta que tengo ene pega y bastante sueño.
- Espérate un poquito... Paco quiere hablar contigo...
No alcancé a prepararme, el teléfono reprodujo risas, intercambio de manos, y la voz inconfundible de Paco. (hago un paréntesis para recordarles a Paco. El muchacho preguntón del asado pasado, que estaba tan interesado en mis puntos de vista acerca de la sexualidad y otras cosas, y que más tarde me anduvo buscando con sus manos para ver si yo picaba. Reconozco que aquella vez estuve a punto, dado que me parece interesante, simpático, es absolutamente de mi tipo en lo físico y, según el mismo Hugo se dio cuenta, hay bastante onda entre nosotros. Lo malo fue que en aquella ocasión las indirectas fueron demasiado directas, y eso se convirtió en un balde de agua fría definitivo...)
- Sombrita, cómo está
- Bien, Paco y tú (risa encubierta de mi parte. ¿Por qué me trata de usted este gil? ¿Nueva estrategia?)
- ¿De qué se ríe?
- No, de nada, es que Hugo no me cree que tengo demasiada pega, y me está presionando para que vaya para allá...
- Pero no se preocupe pues, tráigase las cosas para acá y yo le ayudo...
Risa mucho más explícita de mi parte.
- No, si no es pa´ tanto...
- ¿Vio que era mentira que tenía tanto que hacer? Véngase mejor...
- Voy, pero sólo porque tengo que conversar unas cosas con Hugo.
- Vale. La esperamos.
Las aclaraciones eran necesarias. La señora de Hugo últimamente viaja mucho por trabajo, y cada vez que sale, deja órdenes irrevocables de que mujeres en su casa no quiere. Ni siquiera yo, que soy como hermana de Hugo desde que tengo recuerdos. Insegura la niña.
Lo malo es que me enteré de estas medidas cuando ya estaba allá, en la ocasión anterior, y Hugo casi me amordazó en el momento en que ella lo llamó para darle las buenas noches.
- ¿Qué te pasa, enfermo?
- Mi señora no sabe que estás aquí. Y no puede saberlo, me mata.
Me lo tomé a la ligera esa vez. Estabamos con más gente, que no fuera cuática. Para no darle problemas a Hugo, accedí a callar, pero haciéndolo jurar que nunca más me hacía este tipo de trucos.
Ley de la vida: No sabemos cómo, se enteró.
Y yo, sin arte ni parte en el asunto, quedé cual amante (virtual por lo demás) de mi amigo. Teléfono silencioso hasta anoche. Ella furiosa. Él, maniatado. Qué rabia.
Pero en esta ocasión, quise aprovechar su ausencia para acorralar a Hugo, reclamarle un par de cosas y establecer una línea de acción con su señora, antes de verla nuevamente y tener que mirarla a los ojos, con supuesta culpabilidad.
- De partida, ella se baja del avión mañana y vos le contai que yo estuve aquí anoche.
- Te lo juro, Sombra.
- No estoi pa´ teleseries, Hugo. La cabra tiene que cachar que aquí no hay nada que esconder, y no estoy ni ahí con perder la amistad de ustedes dos por sus miedos tontos y tus reacciones estúpidas al respecto, ¿estamos? Le dejas clarito que yo no tenía idea de su regla la otra vez, y que nunca quise incomodarla.
- Sí
- ¡Júralo, hueón!
- Te lo juro...
-Ya, ahora que solucionamos todo, hazme una piscola.
Mientras Luis se hacía cargo de la parrilla, entre bromas acerca de la masculinidad de Hugo y las agallas mías frente a la situación, me di cuenta de que Paco observaba silencioso y divertido, toda esta escena. Con un notebook en las rodillas.
Dando dos golpecitos en el cojín a su lado, me miró y me dijo:
- Ven Sombra, te voy a contar mi viaje a Europa.
-¿Fuiste a Europa?
- Sí, por pega. Mira, en esta foto estamos.....
Frente a mis ojos desfiló el viejo continente completo. Maldito. Se rió de mí hasta el cansancio, porque yo también estuve en Europa hace poco y apenas pude conocer. Mi pega es bien distinta a la suya. Y su sentido del humor, que es medio irónico y con mucho de negrura, se aprovecha de eso. Igual me hacen reír sus pesadeces. Y me sigue asombrando su parecido increíble con otro hombre que conocí hace poco. Dos versiones distintas para dos que podrían ser hermanos, al menos físicamente.
- Schlecht, querida Sombra. Te gané. ¡Conocí mucho más que tú!
Paco habla alemán, igual que yo. Colegios parecidos, sólo que él en el sur de Chile. Le encanta decirme cosas en ese idioma, es como un código en este coqueteo que le gusta usar conmigo y que le ha dado tan malos resultados.
Terminamos de ver las fotos y nos pusimos a comer. Junto con eso, el revoloteo a mi alrededor se reanudó. Piola al principio, una mano en mi cintura al pasar cerca, tocarme la cara mientras me hablaba. Más tarde, acercarse por atrás y abrazarme. O pararse a mi lado y tomarme el brazo para que lo abrazara yo. Luis tirando indirectas como loco, es todo un payaso ese hombre. Hugo con una sonrisa cuasi cómplice y observando cada interacción con interés. Sé que adora a su amigo, que es como un hermano para él. Y que nada le gustaría más que vernos juntos. Yo, simplemente, esperando a ver cuál era su próxima movida, presta a escabullirme si la pista se ponía demasiado pesada para mí.
Cuando ya casi me iba, Paco me llamó aparte y me susurró al oído:
- Ya po Sombra, relájate un ratito... besos y abrazos no sacan pedazos, ¿o sí?
Carterazo y risa mía, bajándole el perfil absolutamente a la situación... su perseverancia me halaga, pero a la vez le tengo un poco de susto. Conozco a los de su tipo, y me parece que entre sus planes no hay nada muy serio ni a largo plazo. No sé. Ahora sí que siento que todos somos parte de una teleserie, y algo me dice que aún no se escribe el último capítulo. Aunque no tengo ni la menor idea de cuál va a ser su contenido.