Corre-que-te-pillo
En varias oportunidades anteriores he dicho lo mucho que creo en las señales y el destino.
Bueno, parece que éste no quiere tener nada que ver conmigo por ahora.
Llega a ser chistoso ver como, objetivo que me propongo, huye de mí como en una mala comedia de equivocaciones.
De muestra, dos botones:
Hace varios meses conté aquí mismo de Pato, el primo de la Angélica que conocí, con el que salí unas tres veces y que dejó sembradas serias dudas en mi cabecita loca.
El punto es que desde enero no lo veía. Sabía de su vida a través de mi amiga, por lo tanto me enteré de que había sido víctima de múltiples accidentes, problemas, cambios y acontecimientos familiares que lo tenían tremendamente ocupado.
En un trabajo loable de madurez, aparté su sombra de mi mente, y me quedé en paz. Seguramente no era el momento, el lugar y la persona.
Justo cuando estaba en paz con eso... me llama.
Quería que salieramos a ver una película esa misma tarde. Y después a comer, y después a bailar.
¡Horror! Días antes me había comprometido a asistir a un matrimonio, puro compromiso, con Rafa, amigo de toda la vida, ingustable (por lo menos románticamente hablando).
Cuento corto: pudimos sólo ir a ver la película. Todo muy rápido. Me pasó a buscar, llegamos al cine, entramos, la vimos, salimos y me vino a dejar.
Suficiente para reposicionarlo en mi cabeza. Con sus encantos, su inteligencia, su simpatía, su coqueteo, su belleza.
De eso han pasado como tres semanas y no he vuelto a saber de él.
Pero las malditas esperanzas se alimentan solas y, a pesar de que tengo claro que esto no tiene mucho futuro, el tema me ronda, indomable.
El segundo, también tiene que ver con un hombre.
(Ya sé lo que está pensando mi hermana Ana María... ¡la cantidad de historias que tienes! más bien actos fallidos, diría yo).
Todo empezó hace meses también, cuando un amigo me comentó que quería presentarme a uno de sus compañeros de trabajo.
Bueno, pensé, ¿qué es una raya en el agua? Una cita a ciegas más no me va a matar. Además, como el mundo es un pañuelo, resultó ser que yo conocía (al menos de cara) a este hombre, porque el lugar donde él trabaja se relaciona de alguna manera con mi lugar de trabajo. Incluso ha estado un par de veces en mi territorio. Pero hace un par de años, por lo menos, que no aparecía por allá.
Pasaron meses y dos curiosidades me llamaron la atención.
La primera fue que, tres personas más, cada una por su lado, me comentaron que Gonzalo (este hombre) y yo éramos tal para cual y que me lo querían presentar.
Qué decir... me picó el bicho de la curiosidad. ¿Qué es lo que tiene él que lo hace para mí? Es entretenido jugar a observarte a ti misma proyectada en la mente de otros, en la figura de otro que es, supuestamente, tu media naranja.
Me puse a averiguar sobre su persona. Amigo de sus amigos. Simpático. Al parecer, muy divertido. Romántico. Tradicional, leal, sociable, comprometido en lo laboral, con proyectos sociales, con varios pasatiempos similares a los míos. Gozador. Muy buena persona.
La segunda curiosidad fue que, desde ese momento, crecieron en mí las expectativas y las ganas de conocerlo más. Y junto con eso, él comenzó a aparecer en lugares y momentos insospechados. Lo empecé a ver, incluso nos hemos saludado un par de veces. Abro la puerta de una oficina y ¡zas! ahí está. Me pongo nerviosa, titubeo, actúo como una tonta. Me tienen traumada. Y él ni se inmuta, porque, por supuesto, no tiene idea de nada. O, por lo menos, eso creo.
Pero la presentación oficial nunca se concreta. Por A, B, o C motivos, nunca jamás, ninguna de las cuatro personas que lo tiene "agendado" para mí, logra concertar la cita.
Este fin de semana había una actividad de mi trabajo fuera de Santiago. Me pidieron que asistiera para ayudar a coordinarla. Pero no pude. Nuevamente había acudido al rescate de un amigo, Ramón, para cumplir con un compromiso matrimonial.
Y... adivinen quién está allá en este momento. En la famosa actividad del trabajo. Sí. Gonzalo.
Mis informantes (la Cecilia) me llamaron a altas horas de la madrugada para contarme.
Me quise tirar por el balcón.
El destino me pone al alcance de la mano buenas posibilidades y luego me las aleja, sacándome una enorme y roja lengua.
Jugamos al corre-que-te-pillo.
¿Estaré destinada acaso a vivir para siempre de historias inconclusas?
Por lo menos creo que podré hacer una buena carrera como novelista rosa con mis experiencias truncadas.
¡Vaya uno a saber lo que quiere el maldito de mí!
3 comentarios:
jajaja somos dos. yo me paso conociendo a personas en lecturas de tarot y ese tipo de cosas y nunca más los veo. pero el que sea, volverá. te lo aseguro. de hecho, creo que pato tiene que ver todavía con tu vida, qué sñe yo por qué. me carga que las historias no se materialicen. estoy yendo a un taller bellísimo con la siri, me acordé de ti hoy, te hubiera hecho bien.
ya vendrá el romance.
además...
quizá está cerca y no te has dado cuenta solamente :P.
besos amigui!!
p.s. sí, han sido semanas de montaña rusa... no sé qué vendrá ahora...
Yo creo que el destino quiere que seas monja!!!...
Ja!, no. Lo que te pasa (al menos con el segundo personaje), es que no lo intentas lo suficiente...
¿O tu no tienes boca para invitarlo a salir?...
La otra opción es que, como que no quiere la cosa, le cuentas de tu blog, el soquete se mete y !PAM¡, se encuentra con todo lo escrito y por fin se pega el cacho...
Espero que pronto llegue una historia que quede conclusa (pero no demasiado conclusa, porque todavía eres joven)...
Saludos...
PD: Espero pronto poder cumplir la promesa del karaoke, vengo saliendo ya del semestre, pero es la parte más turbulenta del viaje, de hecho, ya perdí la noción del tiempo,mis fines de semana, mis pantalones, y estoy tratando de llegar a la meta con lo que queda...
Yo creo que debes tomar el destino por las riendas. Digo, atreverte, decidirte, jugártela y a por algo. El destino te guía, tu decides lo que haces. Pero no olvides las señales, invisibles para los demas, pero vitales para cumplir con tu destino.
¿que quien soy yo?
un hijo del destino...
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