Hermanas

Resulta que la Pepa y yo somos las dos caras de una misma moneda.

Así lo descubrimos, mi hermana y yo, hace unos días en el auto, mientras nos fumábamos tranquilamente un cigarro y escuchábamos música.

Ella me preguntaba por qué nos iba tan mal en el amor.

Yo, con un solo pololeo en serio a cuestas, de largos años de duración.

Ella, con más de ocho pololos en los últimos cinco años.

Nada más lejano. Y a la vez más cercano.

- Por lo menos yo admiro en ti esa capacidad que tienes para mantenerte sanamente alejada de pasteles y problemas - dijo, exhalando una cortina de humo.

- Mira, Pepa, no creas que ha sido tan así. Pero con el tiempo he aprendido que eso que dice nuestra madre, de más vale solo que mal acompañado, es una verdad insuperable.

- Sí, te cacho, pero puta que cuesta no caer en la desesperación de no querer estar sola.

- Lo sé - suspirando - pero en serio, déjame decirte, que uno tiene una vida más tranquila de esta manera.

- Y más fome - le brillaron los ojos - En todo caso, me encanta esto de ser tan distintas, pero a la vez entendernos tanto.

- Demás...

Me di cuenta que probablemente la Pepa y yo sigamos nuestros caminos tal como han sido hasta ahora.

Solo me gustaría que ella pudiera gozar, como yo, del privilegio de estar sola y sentirse bien.

Muy bien, de hecho.