sábado, 15 de octubre de 2005

Julio comienza (y termina) en Julio

Advertencia: Si ud. es de esas personas que no gusta de leer a Cortázar, o le da rabia saber que jamás logrará escribir tan bien como él; si es de aquellos que se aburre con la literatura que corta el aliento, o simplemente cree saber todo acerca de este escritor argentino, NO SIGA LEYENDO.
Ahora, si usted se sorprende, se embriaga, se siente hechizado con las buenas letras, pero buenas de verdad, continúe, por favor. Con ustedes, y sin más preludios, el amor literario de mi vida: Julio.

"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."

Rayuela, Capítulo 68

1 comentario:

P dijo...

No lo leí.

Obvio.