Aristocracia, Fortuna y Poder
Aristocracia, Fortuna y Poder, son tres hermanas que lo tienen todo. O casi todo.
Rubias, bonitas, apellidos con hartas erres y reminiscencias a nombre de viña importante. Casa en la Dehesa (¿o debiera decir mansión?), auto último modelo a la puerta, perro con un pedigree imponente, campo gigantesco en el sur. Ejército de nanas y mozos. Pantalla de plasma en la salita de juegos. Sus padres triunfan en sus respectivos trabajos, y salir en la vida social de la revista Cosas ya es algo trivial para ellas. Lo mismo que veranear en el extranjero.
Aristocracia, Fama y Fortuna son chicas que se educaron en un colegio donde eran una más del montón, semillero de dueños de empresas y conductores de BMW. Con sus notas mediocres saltaron directo al lugar que les correspondía, una universidad privada donde se repitieron muchas de las caras que solían ver en uniforme.
Aristocracia, Fortuna y Poder miran por sobre su hombro a casi todos aquellos que se les acercan. No les tiembla la voz cuando mandan a alguien, fueron criadas para gobernar. Están acostumbradas a lavarse el pelo en peluquería, a hacerse las manos y los pies, a lavar todas sus prendas en la tintorería. La ropa que tienen proviene de Nueva York, lugar al que viajan por lo menos una vez al año para renovar su clóset.
Creo que nunca en su vida han visto una mediagua de cerca, ni han conocido la palabra pobreza más que en la televisión de alta definición que usan para asomarse al mundo real sin percibir sus colores, olores y sabores, repugnantes para ellas.
Conocí a estos tres ejemplares por casualidades de la vida. Alterné por un tiempo con ellas, pero no nos pudimos hacer amigas. No había por donde. Y eso que según mi madre, que le da mucha importancia a estas cosas, hasta parientes éramos.
Ellas representan todo lo que aborrezco de un mundo que me parece de plástico.
Y sé que como ellas hay muchas.
Por eso me alejé, más que apurada. No quiero contaminarme con un mundo que no me interesa. Que sean ellas felices en él. O que crean ser felices. En aquel lugar que ellas piensan que es el mundo.
2 comentarios:
y yo me pregunto
¿cuál es el mundo?
P
que atróh, me cargan esas niñah! fuchitila...
no en mi mundo, por favorsss.
bear hug,
PS pura envidia, jajajá. porque si fuera yo con plata sería otra cosa, no? sería la raja, te invitaría a new york, pero no precisamente a comprar.
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