Hablemos de Sexo II
Una vez cumplidas mis obligaciones con el Pelao y su nueva hija, la cual llegó con marraqueta bajo el brazo a Santiago de Chile, en este curioso noviembre de 2005, me dispuse a volver a mi casa para un reponedor sueño antes de una nueva jornada laboral. Ilusa de mí.
Teléfono en el auto. Mi querido y antiquísimo amigo Hugo.
- Sombra, vente para mi casa. Estamos aquí con Paco y Luis, parilleando.
- ¿Y tu señora, Hugo?
- En el norte, trabajando.
- No, Hugo, en verdad muchas gracias. Pero resulta que tengo ene pega y bastante sueño.
- Espérate un poquito... Paco quiere hablar contigo...
No alcancé a prepararme, el teléfono reprodujo risas, intercambio de manos, y la voz inconfundible de Paco. (hago un paréntesis para recordarles a Paco. El muchacho preguntón del asado pasado, que estaba tan interesado en mis puntos de vista acerca de la sexualidad y otras cosas, y que más tarde me anduvo buscando con sus manos para ver si yo picaba. Reconozco que aquella vez estuve a punto, dado que me parece interesante, simpático, es absolutamente de mi tipo en lo físico y, según el mismo Hugo se dio cuenta, hay bastante onda entre nosotros. Lo malo fue que en aquella ocasión las indirectas fueron demasiado directas, y eso se convirtió en un balde de agua fría definitivo...)
- Sombrita, cómo está
- Bien, Paco y tú (risa encubierta de mi parte. ¿Por qué me trata de usted este gil? ¿Nueva estrategia?)
- ¿De qué se ríe?
- No, de nada, es que Hugo no me cree que tengo demasiada pega, y me está presionando para que vaya para allá...
- Pero no se preocupe pues, tráigase las cosas para acá y yo le ayudo...
Risa mucho más explícita de mi parte.
- No, si no es pa´ tanto...
- ¿Vio que era mentira que tenía tanto que hacer? Véngase mejor...
- Voy, pero sólo porque tengo que conversar unas cosas con Hugo.
- Vale. La esperamos.
Las aclaraciones eran necesarias. La señora de Hugo últimamente viaja mucho por trabajo, y cada vez que sale, deja órdenes irrevocables de que mujeres en su casa no quiere. Ni siquiera yo, que soy como hermana de Hugo desde que tengo recuerdos. Insegura la niña.
Lo malo es que me enteré de estas medidas cuando ya estaba allá, en la ocasión anterior, y Hugo casi me amordazó en el momento en que ella lo llamó para darle las buenas noches.
- ¿Qué te pasa, enfermo?
- Mi señora no sabe que estás aquí. Y no puede saberlo, me mata.
Me lo tomé a la ligera esa vez. Estabamos con más gente, que no fuera cuática. Para no darle problemas a Hugo, accedí a callar, pero haciéndolo jurar que nunca más me hacía este tipo de trucos.
Ley de la vida: No sabemos cómo, se enteró.
Y yo, sin arte ni parte en el asunto, quedé cual amante (virtual por lo demás) de mi amigo. Teléfono silencioso hasta anoche. Ella furiosa. Él, maniatado. Qué rabia.
Pero en esta ocasión, quise aprovechar su ausencia para acorralar a Hugo, reclamarle un par de cosas y establecer una línea de acción con su señora, antes de verla nuevamente y tener que mirarla a los ojos, con supuesta culpabilidad.
- De partida, ella se baja del avión mañana y vos le contai que yo estuve aquí anoche.
- Te lo juro, Sombra.
- No estoi pa´ teleseries, Hugo. La cabra tiene que cachar que aquí no hay nada que esconder, y no estoy ni ahí con perder la amistad de ustedes dos por sus miedos tontos y tus reacciones estúpidas al respecto, ¿estamos? Le dejas clarito que yo no tenía idea de su regla la otra vez, y que nunca quise incomodarla.
- Sí
- ¡Júralo, hueón!
- Te lo juro...
-Ya, ahora que solucionamos todo, hazme una piscola.
Mientras Luis se hacía cargo de la parrilla, entre bromas acerca de la masculinidad de Hugo y las agallas mías frente a la situación, me di cuenta de que Paco observaba silencioso y divertido, toda esta escena. Con un notebook en las rodillas.
Dando dos golpecitos en el cojín a su lado, me miró y me dijo:
- Ven Sombra, te voy a contar mi viaje a Europa.
-¿Fuiste a Europa?
- Sí, por pega. Mira, en esta foto estamos.....
Frente a mis ojos desfiló el viejo continente completo. Maldito. Se rió de mí hasta el cansancio, porque yo también estuve en Europa hace poco y apenas pude conocer. Mi pega es bien distinta a la suya. Y su sentido del humor, que es medio irónico y con mucho de negrura, se aprovecha de eso. Igual me hacen reír sus pesadeces. Y me sigue asombrando su parecido increíble con otro hombre que conocí hace poco. Dos versiones distintas para dos que podrían ser hermanos, al menos físicamente.
- Schlecht, querida Sombra. Te gané. ¡Conocí mucho más que tú!
Paco habla alemán, igual que yo. Colegios parecidos, sólo que él en el sur de Chile. Le encanta decirme cosas en ese idioma, es como un código en este coqueteo que le gusta usar conmigo y que le ha dado tan malos resultados.
Terminamos de ver las fotos y nos pusimos a comer. Junto con eso, el revoloteo a mi alrededor se reanudó. Piola al principio, una mano en mi cintura al pasar cerca, tocarme la cara mientras me hablaba. Más tarde, acercarse por atrás y abrazarme. O pararse a mi lado y tomarme el brazo para que lo abrazara yo. Luis tirando indirectas como loco, es todo un payaso ese hombre. Hugo con una sonrisa cuasi cómplice y observando cada interacción con interés. Sé que adora a su amigo, que es como un hermano para él. Y que nada le gustaría más que vernos juntos. Yo, simplemente, esperando a ver cuál era su próxima movida, presta a escabullirme si la pista se ponía demasiado pesada para mí.
Cuando ya casi me iba, Paco me llamó aparte y me susurró al oído:
- Ya po Sombra, relájate un ratito... besos y abrazos no sacan pedazos, ¿o sí?
Carterazo y risa mía, bajándole el perfil absolutamente a la situación... su perseverancia me halaga, pero a la vez le tengo un poco de susto. Conozco a los de su tipo, y me parece que entre sus planes no hay nada muy serio ni a largo plazo. No sé. Ahora sí que siento que todos somos parte de una teleserie, y algo me dice que aún no se escribe el último capítulo. Aunque no tengo ni la menor idea de cuál va a ser su contenido.
1 comentario:
déjese querer nomás mi niña. usted me lo dijo anoche, déjese QUERER, no USAR.
bear hug,
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